La Iglesia celebra hoy la fiesta de la Dedicación
de la Basílica romana de San Juan de Letrán. Esta basílica es la Catedral del
Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica; se la
reconoce como la "Madre y Cabeza de
toda las iglesias de la ciudad y del mundo". En el antiguo misal romano, la misa común para la Dedicación de un
Templo tiene este sugestivo nombre: misa Terribilis. El nombre está tomado del introito
de la misa que comienza con las palabras que Jacob exclamó al despertar
del sueño de la escala: “¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de
Dios y la puerta de los cielos” (Gen. 28, 17). El terror sagrado poco tiene que
ver con el pánico frente a un inminente peligro o catástrofe. Más bien se trata
de la profunda conmoción interna y externa de la criatura, cuando experimenta
la cercanía de la majestad infinita de Dios. Los mismos ángeles tiemblan y se
estremecen ante el trono de Dios: tremunt
potestates, tiemblan las potestades angélicas, como se reza en muchos
prefacios de la liturgia. Pero se trata de un terror que deslumbra, que atrae,
que fascina; un terror que invita a la contemplación: Señor, ¡qué bien estamos aquí! (Mt 17,4). Por desgracia, la
liturgia y el arte sagrado contemporáneo, han perdido mucho de este carácter sublime
y terrible; y en el ámbito religioso lo verdaderamente terrible es la
vulgaridad.
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