Sirva
este piadoso texto de San Alfonso María de Ligorio, para honrar a Santa María en
la fiesta de su Presentación en el Templo, a una muy temprana edad. Dice este santo doctor que
“jamás hubo ni habrá un ofrecimiento
hecho por una criatura más grande ni más perfecto que el que hizo la niña María
a Dios cuando se presentó en el templo para ofrecerle, no incienso ni becerros,
ni monedas de oro, sino a sí misma del todo y por entero, en perfecto
holocausto, consagrándose como víctima perpetua en su honor. Muy temprano oyó
la voz del Señor que la llamaba a dedicarse toda entera a su amor, con aquellas palabras: Levántate, apresúrate amiga mía
y ven (Cant 2, 10). Para eso quería su Señor que, dejando de lado su
patria, sus parientes y todo, se dedicara completamente a amarlo y complacerlo:
Oye, hija mía, mira, inclina tu oído y
olvida a tu pueblo y la casa paterna (Sal 44, 14). Y ella, al instante, obedeció
el llamado de Dios... Por amor a
esta niña privilegiada, aceleró el Redentor su venida al mundo… Con el aroma de
sus virtudes y con sus poderosas plegarias, atrajo a su seno virginal al Hijo
de Dios”. (San Alfonso María de Ligorio, Las glorias de María, Buenos Aires 2010, p. 304)
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