Siempre
me ha conmovido el relato de la muerte de San Martín de Tours que se recoge en
el oficio de su fiesta. Admiro la turbación y desconsuelo de su clero por la partida del pastor amado y los ruegos para que permanezca todavía con ellos. Admiro
igualmente la respuesta generosa y confiada del santo: Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehúyo el trabajo; hágase
tu voluntad. Y después suele venirse a mi cabeza esta consideración: ¡Qué importante es que los pastores sepan ganarse el afecto de su gente, como Martín!
"Martín -dice este emotivo relato- conoció con mucha
antelación su muerte y anunció a sus hermanos la proximidad de la disolución de
su cuerpo. Entretanto, por una determinada circunstancia, tuvo que visitar la
diócesis de Candes. Existía en aquella Iglesia una desavenencia entre los
clérigos, y, deseando él poner paz entre ellos, aunque sabía que se acercaba su
fin, no dudó en ponerse en camino, movido por este deseo, pensando que si
lograba pacificar la Iglesia sería éste un buen colofón a su vida.
Permaneció por un tiempo
en aquella población o comunidad, donde había establecido su morada. Una vez
restablecida la paz entre los clérigos, cuando ya pensaba regresar a su
monasterio, de repente empezaron a faltarle las fuerzas; llamó entonces a los
hermanos y les indicó que se acercaba el momento de su muerte. Ellos, todos a
una, empezaron a entristecerse y a decirle entre lágrimas: "¿Por qué nos
dejas, padre? ¿A quién nos encomiendas en nuestra desolación? Invadirán tu grey
lobos rapaces; ¿quién nos defenderá de sus mordeduras, si nos falta el pastor?
Sabemos que deseas estar con Cristo, pero una dilación no hará que se pierda ni
disminuya tu premio; compadécete más bien de nosotros, a quienes dejas."
Entonces él, conmovido
por este llanto, lleno como estaba siempre de entrañas de misericordia en el
Señor se cuenta que lloró también; y, vuelto al Señor, dijo tan sólo estas
palabras en respuesta al llanto de sus hermanos: "Señor, si aún soy
necesario a tu pueblo, no rehúyo el trabajo; hágase tu voluntad."… Dicho
esto, vio al demonio cerca de él, y le dijo: ¿Por qué estás aquí, bestia feroz?
Nada hallarás en mí, malvado; el seno de Abrahán está a punto de
acogerme." Con estas palabras entregó su espíritu al cielo. Martín, lleno
de alegría, fue recibido en el seno de Abrahán; Martín, pobre y humilde, entró
en el cielo, cargado de riquezas”. De las cartas de Sulpicio Severo (Carta 3, 6. 9-10. 11.14-17. 21: SC 133, 336-344)
No hay comentarios:
Publicar un comentario