viernes, 1 de marzo de 2024

EL ECLIPSE DE LA MAJESTAD DIVINA EN LA LITURGIA

Hace algunos meses publiqué en el blog la primera parte de un artículo de don Enrico Finotti sobre la importancia que tiene para la liturgia la idea de la Majestad divina (ver aquí). No obstante, poco a poco un vago y acentuado «asambleísmo» ha terminado por ocultar la verdad central de que en toda celebración litúrgica estamos en presencia de la majestad infinita de Dios, presencia que nos reclama un comportamiento reverente y sagrado. Publico ahora una traducción del apartado tercero del mismo artículo.


Algunas insidias a la divina Majestad en la liturgia 
Por Don Enrico Finotti

Especialmente en los decenios postconciliares, se difundieron en la mentalidad y en la práctica litúrgicas ideas y comportamientos fuertemente perjudiciales para la majestad propia de la liturgia, y hay que constatar, por desgracia, daños incalculables a la dignidad de la celebración y al patrimonio del arte y del decoro sagrado. Un despojo universal de iglesias y sacristías ha caracterizado la aplicación inconsciente y frenética de la «reforma litúrgica». Aquella simplificación ideológica que golpeó las iglesias protestantes en la «reforma» luterana parece, en muchos casos, haber penetrado en el espléndido y cálido concierto de la liturgia católica, privándola de su color y belleza trascendentes.

El tono gris de las nuevas salas litúrgicas y el lenguaje vacío de la funcionalidad han desvitalizado el aliento y la luz de la tradición litúrgica tamizada por los siglos e impregnada de la piedad de los pueblos cristianos. La mística de los santos y el genio de los artistas inspirados por la fe, la piedad de los padres y la gravedad de los sacerdotes, han dado paso a la funcionalidad ordinaria y a la banalidad superficial de lo cotidiano secularizado. Ya no se acude a la Majestad divina, sino que uno se junta para una mera reunión de camaradería movida de un vago sentimiento de religiosidad. El ambiente ya no sagrado, los vestidos totalmente simplificados y ligeros, los gestos espontáneos y sin compostura, el lenguaje común de la calle, todo encaja en este cuadro.

El sacerdote y los demás ministros ya no consideran necesario prepararse para el rito con la oración; los ornamentos (a veces ni siquiera bendecidos y reducidos a traje de circunstancia) se visten con precipitación y a veces con molestia, mientras se conversa o se hace otra cosa. De hecho, no se trata de presentarse ante la Majestad divina, sino simplemente de animar a la asamblea, que interactúa en la sala litúrgica de modo similar a una relajada comunicación en la plaza pública.

Esta es la triste situación de tantas parroquias que han perdido por completo el sentido de la Majestad divina y consideran un progreso lo que la tradición más genuina aborrece como mistificación y pérdida de lo sagrado trascendente. Ya no hay presencia de Dios en esas reuniones, a no ser que Él mismo llame a su puerta como uno más entre tantos amigos. Ellos son los verdaderos protagonistas y su programación se impone a todos los que acuden a la iglesia, que solo pueden ser acogidos si están abiertos al libre impulso del «espíritu» y no tristemente volcados en la tradición de siempre. ¡He aquí el fruto del eclipse del sentido de la Majestad divina! 

Las causas de tal deriva son complejas, pero al menos podemos identificar algunas: el concepto de noble simplicidad; el concepto de pobreza de la Iglesia; la misa coram populo; el biblicismo litúrgico. Examinaremos brevemente estas causas.


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