jueves, 14 de marzo de 2024

UNA INTOLERANCIA INMOTIVADA

Con el recrudecimiento de las hostilidades hacia la liturgia tradicional, las siguientes palabras del cardenal Joseph Ratzinger, dichas hace más de 20 años, parecen adquirir una sorprendente actualidad. Decía el entonces Prefecto para la Doctrina de la Fe: «También es importante para la correcta concienciación en asuntos litúrgicos que concluya de una vez la proscripción de la liturgia válida hasta 1970. Quien hoy aboga por la perduración de esa liturgia o participa en ella es tratado como un apestado; aquí termina la tolerancia. A lo largo de la historia nunca ha habido nada igual, esto implica proscribir también todo el pasado de la Iglesia. Y de ser así, ¿cómo confiar en su presente? Francamente, yo tampoco entiendo por qué muchos de mis hermanos obispos se someten a esta exigencia de intolerancia que, sin ningún motivo razonable, se opone a la necesaria reconciliación interna de la Iglesia» (Cf. Dios y el mundo, Buenos Aires 2005, p. 393). Este texto condensa lo que fue la postura invariable de Ratzinger/Benedicto XVI con relación al uso de la antigua liturgia. A sus ojos, lo que aquí está en juego es algo serio; al proscribir el pasado también se siembra la sospecha y desconfianza en el presente. Si lo que se hacía antes ya no es tolerable, ¿qué futuro se depara a lo que hoy se prescribe como genuino y auténtico? Está claro que la libre coexistencia de los ritos es un beneficio mutuo, y probablemente el único camino viable para la paz y un sano orden litúrgico.

 

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