viernes, 14 de agosto de 2020

REGINA IN CÆLUM ASSUMPTA

La Dormición de la Virgen. Real Colegiata de San Isidro, Madrid 

L

a liturgia de la fiesta de la Asunción está traspasada de júbilo: Assumpta est María in cælum: gaudet exércitus angelorum. Y junto con los ángeles nos gozamos también nosotros, porque los honores y alegrías de la madre son también los de los hijos. En un sermón sobre la Asunción de Nuestra Señora a los cielos, San Bernardo nos revela la gozosa esperanza contenida en este misterio:

 

«Nos precedió nuestra reina, nos precedió, y tan gloriosamente fue recibida, que confiadamente siguen a su Señora los siervos clamando: Atráenos en pos de ti y correremos todos tras el olor de tus aromas (Cant 1, 3). Subió de la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de misericordia, trate los negocios de nuestra salvación devota y eficazmente.

Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy, para que, dando y recibiendo, se asocie, en trato feliz de amistades, lo humano a lo divino, lo terreno a lo celestial, lo ínfimo a lo sumo. Porque allá ascendió el fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciosísimas dádivas y los dones perfectos. Subiendo, pues, a lo alto la Virgen bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará? Ni le falta poder ni voluntad. Es Reina de los cielos, es misericordiosa; finalmente, es Madre del Unigénito Hijo de Dios. Nada hay que pueda darnos más excelsa idea de la grandeza de su poder o de su piedad, a no ser que alguien pudiera llegar a creer que el Hijo de Dios se niega a honrar a su Madre o pudiera dudar de que están como impregnadas de la más exquisita caridad las entrañas de María, en las cuales la misma caridad que procede de Dios descansó corporalmente nueve meses» (San Bernardo, Sermón primero en la Asunción de la Virgen María).

Siguiendo el consejo de San Josemaría, nos mezclamos entre los Apóstoles para despedir a nuestra Madre antes de que los ángeles la transporten al Paraíso:

 

«Se ha dormido la Madre de Dios. —Están alrededor de su lecho los doce Apóstoles. —Matías sustituyó a Judas.


Y nosotros, por gracia que todos respetan, estamos a su lado también.


Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria. —Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. —Tú y yo —niños, al fin— tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla. 

La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... —Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Ángeles: ¿Quién es ésta?» (San Josemaría Escrivá, Santo Rosario, cuarto misterio de gloria).

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