Ultima Cena de Juan de Juanes
Todas
las plegarias eucarísticas introducen el relato de la Consagración, haciendo
mención del momento exacto en que esto ocurre: el día antes de padecer; cuando
iba a ser entregado a su Pasión; la noche en que iba a ser entregado; mientras
cenaba con sus discípulos. Santo Tomás de Aquino nos da tres razones sobre la
conveniencia de que Cristo instituyera la Sagrada Eucaristía en el marco de la
última Cena, justo la noche antes de su Pasión.
«Respondo: Fue oportuna la
institución de este sacramento en la cena en que Cristo se reunió por última
vez con sus discípulos.
Primero, por el contenido de este
sacramento. Porque en la eucaristía está contenido sacramentalmente el mismo
Cristo. Por eso, cuando Cristo estaba para ausentarse de sus discípulos con su
presencia natural, se quedó con ellos con una presencia sacramental, de la
misma manera que, en ausencia del emperador, se da a venerar su imagen. Por lo
que Eusebio dice: Puesto que el cuerpo asumido había de ser arrebatado de su
vista para subir a los cielos, era necesario que en el día de la cena
consagrase para nosotros el sacramento de su cuerpo y de su sangre para que
fuese siempre adorado en el misterio el cuerpo que una sola vez se entregó como
rescate.
Segundo, porque sin la fe en la
pasión de Cristo no pudo haber nunca salvación, como se dice en Rom 3, 25:
A quien Dios puso como propiciador por la fe en su sangre. De ahí que en
todo tiempo haya habido entre los hombres alguna cosa que representase esta
pasión del Señor. En el Antiguo Testamento el principal signo de ella era el
cordero pascual. Por lo que dice el Apóstol en I Cor 5, 7: Nuestra
Pascua es Cristo inmolado. Ahora bien, este signo ha sido reemplazado en el
Nuevo Testamento por el sacramento de la eucaristía, que es conmemorativo de la
pasión pasada, como aquél fue prefigurativo de la pasión futura. Por lo cual,
fue oportuno que al acercarse la pasión y recién celebrado el antiguo, fuera
instituido el nuevo sacramento, como dice el papa San León.
Tercero, porque las últimas
palabras, muy especialmente al despedirse los amigos, se graban más en la
memoria, ya que entonces se inflama más el afecto hacia el amigo, pues las
cosas que más nos conmueven se graban más profundamente en nuestro ánimo. Así
pues, porque, como dice el papa Alejandro, entre todos los sacrificios ninguno
puede haber más importante que el del cuerpo y la sangre de Cristo, ni ninguna
oblación mejor que ésta, por eso y para que le tengamos en mayor veneración, el
Señor instituyó este sacramento en el momento de separarse de sus discípulos. Y
esto mismo es lo que dice San Agustín en su libro “Responsionum ad Januarium”: El
Salvador, para hacer comprender más profundamente la grandeza de este misterio,
quiso imprimirlo al final en el corazón y en la mente de los discípulos, de los
cuales iba a separarse para encaminarse a la pasión». (S. Th., III, q. 73, a. 5, c.)
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