Aunque
escritas hace un siglo y ciertas circunstancias hayan cambiado, las siguientes palabras
del beato Marmion siguen siendo sustancialmente válidas en nuestros días. Solo una
renovada conciencia del sacerdote como custodio celoso de la Eucaristía podrá
revertir la sequía vocacional que afecta hoy a la Iglesia.
«L
|
a
hostia es hasta tal punto el objeto propio del sacerdote, que su poder sobre
ella no está limitado más que por las leyes y las prescripciones de la Iglesia.
Jesús se confía a su sacerdote como se confió a María; y el sacerdote es el
único que, fuera del caso de extrema necesidad, tiene el derecho a tocarlo, de
darlo a los demás. El guarda la llave del tabernáculo. Él toma a Jesús para
llevar la comunión a los enfermos, para bendecir al pueblo; él lo conduce por
las calles en procesión». (Beato Columba Marmion, Jesucristo ideal del Sacerdote,
Buenos Aires 1954, p. 51).
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