martes, 10 de marzo de 2020

LA CENTRALIDAD DEL TABERNÁCULO

Domus Santa Marta. Prototipo de capilla moderna 
con el Sagrario desplazado a un costado

Siempre me ha parecido un hecho inquietante que la ubicación del Sagrario o Tabernáculo en nuestras iglesias se haya vuelto problemática para alguno de nuestros modernos liturgistas. Al menos tan inquietante como lo sería que un equipo de expertos, contratados para ornamentar una casa, se dirigieran a su dueño para decirle: el problema que ahora tenemos es que no sabemos dónde ponerlo a usted. Mesas–altares, sedes, ambones, entronización de leccionarios, etc., han ido poco a poco desplazando el Tabernáculo eucarístico con gran sorpresa de los fieles. Parecería que una presencia demasiado sobresaliente del Sagrario en el presbiterio se hubiese convertido en un estorbo para la celebración litúrgica.  
No han faltado intentos por buscar una razón de este extraño proceder. Meses atrás, apareció en el blog católico Il Cammino dei Tre Sentieri (El camino de los tres senderos) una aguda reflexión sobre el tema. Allí se sugiere que la motivación que está a la base de este proceder es la concepción del lugar sagrado (iglesia o templo) más como un lugar de reunión (asambleísmo) que como lugar de adoración y encuentro con una Presencia Suprema (Jesús Sacramentado). Dejo a continuación una versión en español de esta interesante propuesta.


¿Por qué el Tabernáculo ya no está en el centro? 
Te lo contamos

Fuente: itresentieri.it

La cuestión de la posición del Tabernáculo no surge tanto para las grandes iglesias (catedrales y santuarios) donde la ubicación lateral sirve sobre todo para evitar que se pierda en la grandeza del templo, como sí sucede para las iglesias de tamaño medio–pequeño.

¿Tiene sentido lo que ha sucedido en los últimos años?

Realmente creemos que sí. Este se debe encontrar en las razones que constituyen la esencia del pensamiento posconciliar. Una por encima de todas: el deseo de considerar el edificio litúrgico más como una realidad de comunión, como indudablemente también lo es, que como una realidad de misterio.

Preguntémonos: ¿es el edificio litúrgico un «lugar» para una asamblea o un «lugar» para una Presencia?

También de esta alternativa, o mejor, también del hecho de poner el acento sobre todo en la primera posibilidad (la iglesia como lugar de reunión) surge lo que se puede llamar pérdida del sentido del misterio y del encuentro.

Pérdida que, como es visible para todos, ha hecho que la propuesta cristiana sea menos persuasiva. Todas las razones utilizadas para justificar el uso de colocar el Tabernáculo a un lado, incluso si no pretenden disminuir la actitud de adoración, socavan su razón de ser.

Digamos de inmediato que no existe una única razón de ser para la existencia de la adoración; al menos se podrían individuar dos: la adoración venidera (prossima) y la adoración actual (presente)*.

La primera (la adoración venidera) se puede detectar en todas aquellas espiritualidades que poseen al menos una de estas dos características: reconocimiento del hombre como no–criatura o reconocimiento del hombre como realidad totalmente separada de Dios y, por tanto, incurable. En estas espiritualidades, la adoración es futura, ya que no existirían las condiciones para poder adorar verdaderamente.

La adoración actual, en cambio, es un rasgo típico del catolicismo, porque carece tanto de la caracterización panteísta como de la caracterización protestante de demonización del mundo. En el catolicismo, ciertamente, la tensión de la espera no está ausente, pero es fundamental la convicción de que todo lo que actualmente puede experimentar el hombre ya es «lugar» de una Presencia verdadera y salvadora del misterio del Verbo encarnado.

Esto es por la fe en la Presencia real del Hombre–Dios en la Eucaristía. La Iglesia es verdaderamente comunión de los hijos de Dios, pero en, con y para la presencia real de Cristo.

La centralidad del Tabernáculo es la centralidad de la Eucaristía, es decir, de la presencia real y física de Cristo aún hoy en la Iglesia.

La centralidad del Tabernáculo está destinada a hacer del edificio litúrgico no un lugar para esperar y recordar, sino un lugar para encontrarse con una Presencia que también es física.


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*Según el contexto, creo que este binomio se podría traducir también como «adoración de la espera» y «adoración del ahora».

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