Domus
Santa Marta. Prototipo de capilla moderna
con el Sagrario desplazado a un
costado
Siempre
me ha parecido un hecho inquietante que la ubicación del Sagrario o Tabernáculo
en nuestras iglesias se haya vuelto problemática para alguno de nuestros
modernos liturgistas. Al menos tan inquietante como lo sería que un equipo de
expertos, contratados para ornamentar una casa, se dirigieran a su dueño para
decirle: el problema que ahora tenemos es que no sabemos dónde ponerlo a usted.
Mesas–altares, sedes, ambones, entronización de leccionarios, etc., han ido poco
a poco desplazando el Tabernáculo eucarístico con gran sorpresa de los fieles.
Parecería que una presencia demasiado sobresaliente del Sagrario en el
presbiterio se hubiese convertido en un estorbo para la celebración litúrgica.
No
han faltado intentos por buscar una razón de este extraño proceder. Meses
atrás, apareció en el blog católico Il Cammino dei Tre Sentieri (El
camino de los tres senderos) una aguda reflexión sobre el tema. Allí
se sugiere que la motivación que está a
la base de este proceder es la concepción del lugar sagrado (iglesia o templo)
más como un lugar de reunión (asambleísmo) que como lugar de adoración y
encuentro con una Presencia Suprema (Jesús Sacramentado). Dejo a continuación
una versión en español de esta interesante propuesta.
¿Por qué el Tabernáculo ya no está en el centro?
Te lo contamos
Te lo contamos
Fuente: itresentieri.it
La
cuestión de la posición del Tabernáculo no surge tanto para las grandes
iglesias (catedrales y santuarios) donde la ubicación lateral sirve sobre todo
para evitar que se pierda en la grandeza del templo, como sí sucede para las
iglesias de tamaño medio–pequeño.
¿Tiene
sentido lo que ha sucedido en los últimos años?
Realmente
creemos que sí. Este se debe encontrar en las razones que constituyen la esencia
del pensamiento posconciliar. Una por encima de todas: el deseo de considerar
el edificio litúrgico más como una realidad de comunión, como indudablemente
también lo es, que como una realidad de misterio.
Preguntémonos:
¿es el edificio litúrgico un «lugar» para una asamblea o un «lugar» para una Presencia?
También
de esta alternativa, o mejor, también del hecho de poner el acento sobre todo
en la primera posibilidad (la iglesia como lugar de reunión) surge lo que se
puede llamar pérdida del sentido del misterio y del encuentro.
Pérdida
que, como es visible para todos, ha hecho que la propuesta cristiana sea menos
persuasiva. Todas las razones utilizadas para justificar el uso de colocar el
Tabernáculo a un lado, incluso si no pretenden disminuir la actitud de
adoración, socavan su razón de ser.
Digamos
de inmediato que no existe una única razón de ser para la existencia de la
adoración; al menos se podrían individuar dos: la adoración venidera (prossima) y la adoración actual (presente)*.
La
primera (la adoración venidera) se puede detectar en todas aquellas
espiritualidades que poseen al menos una de estas dos características:
reconocimiento del hombre como no–criatura o reconocimiento del hombre como
realidad totalmente separada de Dios y, por tanto, incurable. En estas
espiritualidades, la adoración es futura, ya que no existirían las condiciones
para poder adorar verdaderamente.
La
adoración actual, en cambio, es un rasgo típico del catolicismo, porque carece
tanto de la caracterización panteísta como de la caracterización protestante de
demonización del mundo. En el catolicismo, ciertamente, la tensión de la espera
no está ausente, pero es fundamental la convicción de que todo lo que
actualmente puede experimentar el hombre ya es «lugar» de una Presencia
verdadera y salvadora del misterio del Verbo encarnado.
Esto
es por la fe en la Presencia real del Hombre–Dios en la Eucaristía. La Iglesia
es verdaderamente comunión de los hijos de Dios, pero en, con y para la
presencia real de Cristo.
La
centralidad del Tabernáculo es la centralidad de la Eucaristía, es decir, de la
presencia real y física de Cristo aún hoy en la Iglesia.
La
centralidad del Tabernáculo está destinada a hacer del edificio litúrgico no un
lugar para esperar y recordar, sino un lugar para encontrarse con una Presencia
que también es física.
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*Según
el contexto, creo que este binomio se podría traducir también como «adoración de
la espera» y «adoración del ahora».
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