jueves, 16 de abril de 2020

LAS ABEJAS EN LA LITURGIA PASCUAL


En un reciente artículo sobre «La Pascua y las Abejas», Shawn Tribe recordaba el asombro que frecuentemente ha despertado la mención de las abejas en el Exsultet. En efecto, las referencias agradecidas a nuestra «madre abeja» desde muy temprana edad formaron parte de las loas que la Iglesia dirigió al cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado, en la noche santa de Pascua.*

En nuestro actual pregón, uno de los himnos más maravillosos de la liturgia latina, encontramos dos bellas estrofas que hacen mención a las abejas. La primera dice así:

«En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas».

Seguidamente viene este otro texto:

«Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida, que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa».

El fino espíritu litúrgico del Papa Benedicto no ha dejado escapar el silencioso simbolismo que esconde la mención de la abeja en el pregón pascual. En su homilía de la Vigilia Pascual del año 2012, señalaba: «El gran himno del Exsultet, que el diácono canta al comienzo de la liturgia de Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro detalle más. Nos recuerda que este objeto, el cirio, se debe principalmente a la labor de las abejas. Así, toda la creación entra en juego. En el cirio, la creación se convierte en portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay una referencia implícita a la Iglesia. La cooperación de la comunidad viva de los fieles en la Iglesia es algo parecido al trabajo de las abejas. Construye la comunidad de la luz. Podemos ver así también en el cirio una referencia a nosotros y a nuestra comunión en la comunidad de la Iglesia, que existe para que la luz de Cristo pueda iluminar al mundo».

La mención de la abeja en el solemne pregón de la noche de Pascua, alude primeramente a la dimensión cósmica que encierra este misterio fundamental del cristianismo. Aquí, «toda la creación entra en juego», nos dice el Papa Benedicto; «La resurrección es un acontecimiento cósmico, que comprende cielo y tierra, y asocia el uno con la otra». La Resurrección «inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo», nos señalaba en otra de sus homilías pascuales (Vigilia 2006).

A la «madre abeja», a la «abeja fecunda», que con su trabajo conjunto y laborioso ha proporcionado la materia para la confección del cirio, le corresponde en esta noche santa el privilegio de asumir la representatividad de toda la creación sensible, también ella profundamente alcanzada por el nuevo resplandor que mana de Cristo glorioso y resucitado. La noble referencia al trabajo y fecundidad de las abejas en el Exsultet, simboliza de este modo la participación del entero mundo sensible en la alabanza y júbilo de los ángeles (Exsultet iam angelica turba cælorum), de toda la tierra (Gaudeat et tellus) y de la santa Madre Iglesia (Lætetur et mater Ecclesia) ante el sublime misterio de la Resurrección. A esta dimensión cósmica, tan esencial para la liturgia y tan apreciada por el Papa Ratzinger, atribuye también Tribe, en el artículo antes citado, parte del interés que desde antiguo ha suscitado el elogio de las abejas en el pregón pascual y en otros himnos de alabanza al cirio: «Esta referencia a las abejas –dice el autor– con frecuencia suscita un gran interés popular, quizá en parte debido al sentido íntimo de comunión que pone de relieve entre el mundo natural y el sobrenatural. De hecho, esta conexión también viene acentuada en otros momentos del año litúrgico como los días de témporas (quattuor tempora) que están unidos a las cuatro estaciones».

Junto a la dimensión cósmica, Benedicto XVI nos ofrece otro significado de la abeja en el anuncio pascual: la Iglesia y su misterio de comunión. En el trabajo de las abejas, solidario y paciente, delicado y humilde, se simboliza el quehacer mismo de la Iglesia. La íntima comunión de fe y de vida sobrenatural que anima el trabajo de todos los creyentes permite que la Iglesia irradie su luz hasta el último rincón de la tierra. Y así como la cera mantiene encendida la llama del cirio e impide que se extinga, así también la gracia que brota del Redentor hacia los miembros de su Iglesia la convierte en una «comunidad de luz» que, como Cristo, «no conoce el ocaso» (qui nescit occasum). A ella acuden los hombres que buscan la miel dulce y sabrosa de la verdad.

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*Estas consideraciones se inspiran en dos interesantes artículos sobre el tema: S. Tribe, Easter and the Bees, en www.liturgicalartsjournal.com; J. Sánchez Martínez, Las abejas, el cirio pascual (y hasta Pío XII), en www.infocatolica.com/blog/liturgiafuenteyculmen. 


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