Misa tradicional en la
Basílica de San Pedro
El
blog Messainlatino ha publicado un
breve e inteligente testimonio de un sacerdote que narra su itinerario hacia el
hallazgo de la antigua liturgia. Lo recojo aquí traducido al español porque, a
semejanza de la parábola evangélica del tesoro escondido, el camino para
encontrar y desenterrar el tesoro de la Misa tridentina suele exigir la venta
de algo de lo que ya poseemos: tiempos libres de recreación, prejuicios
acumulados, la paz de no sufrir incomprensiones, etc. Pero la gloria de Dios y
el bien de las almas justifican plenamente la inversión. Creo que es el mensaje
que este buen sacerdote nos quiere transmitir con su breve relato.
Fuente: blog.messainlatino.it
M
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uchos,
entre sacerdotes y laicos, no conocen en absoluto la antigua liturgia como para
emitir un juicio. No los culpo demasiado (especialmente al clero), porque en
las facultades de teología los profesores no la exponen para nada, sino que la
desvalorizan y la ridiculizan: lo sé porque he asistido a esos cursos litúrgicos y lo han hecho también en las
lecciones que escuché. Pero luego, una vez terminados los cursos, estudié por
mi cuenta, gracias también al estímulo y al ejemplo de personas que he conocido
y de lecturas que he hecho. Así que
tomé un viejo misal directamente en mis manos y comencé a leerlo y estudiarlo, pero
sin cometer el error de mis profesores: no me detuve a decir cosas de este
estilo: «¡Mira qué cosas hacían! ¡cuántas señales inútiles de la cruz!»; por el
contrario, fui más allá tratando de comprender la razón de tantas cosas. Enfrentando
la fatiga de la comprensión, profundicé aún más mis lecturas y descubrí
simbolismos y significados de una riqueza extraordinaria que los innovadores
han diezmado con una facilidad desconcertante.
Frente
a esto he tenido que recapacitar y cambiar de opinión sobre la antigua liturgia
y las aberraciones de la nueva, que son sus consecuencias lógicas e
inevitables. La liturgia moderna brinda un amplio espacio para las
personalizaciones; las rúbricas son a
menudo sumarias y todo esto abre más fácilmente el camino a las aberraciones,
mientras que en el rito antiguo todo está perfectamente definido (el llamado «rubricismo»,
una palabra inventada para denigrar y ridiculizar) y no deja espacio para la
invención y la improvisación del celebrante, permitiendo así que la liturgia
hable por sí misma y proyecte tanto a los fieles como al sacerdote hacia las
realidades eternas.
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