jueves, 12 de septiembre de 2019

MARÍA, EL ENCANTO DE UN NOMBRE


En su obra Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio nos ha dejado una piadosa y filial oración a la Virgen para pedirle la gracia de que su dulce nombre, ni en la vida ni en la muerte, se aparte de nuestros labios.

«¡Oh gran Madre de Dios y Madre mía, María! Es verdad que no soy digno de pronunciar vuestro nombre; pero Vos, que me amáis tanto y con tanto afán deseáis mi salvación, me habéis de dar licencia para que pueda, aun con mi impura lengua, invocar siempre en mi socorro vuestro santísimo y poderosísimo nombre, porque ha de ser mi sostén durante la vida y mi salvación en la hora de la muerte. ¡Oh Virgen purísima! ¡Oh Madre dulcísima! Haced que vuestro nombre sea de hoy en adelante la respiración de mi alma. Señora, siempre que os llame en mi socorro, no tardéis en ayudarme. En todas las tentaciones que me han de combatir, en todas las necesidades que he de experimentar, siempre os llamaré en mi ayuda, repitiendo sin cesar: ¡María, María! Así espero hacerlo en la vida, y particularmente en la hora de la muerte, para poder ir después al Cielo a alabar eternamente vuestro amadísimo nombre, ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! ¡Qué aliento, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente mi alma con solo pensar en Vos! Doy gracias a mi Señor y a mi Dios por haberos dado para mi bien este nombre tan dulce, tan amable, tan poderoso.
Pero, Señora, no me contento con pronunciar solamente vuestro nombre, quiero también pronunciarlo con amor, deseo que el amor me inspire de tal suerte que pueda exclamar con San Anselmo: ¡Oh nombre de la Madre de Dios! ¡Tú eres todo mi amor!
¡Oh amadísima Madre mía! ¡oh mi amado Jesús!, que vuestros dulcísimos nombres vivan siempre en mi corazón y en el de todos los hombres. Quiero echar en olvido todos los demás nombres, para acordarme únicamente de vuestros adorables nombres e invocarlos sin cesar. ¡Oh Jesús y Redentor mío! ¡Oh Madre mía, María!, cuando llegue la hora de mi muerte y el momento de último suspiro en que mi alma haya de salir de este mundo, concededme entonces por vuestros méritos la gracia de expirar diciendo y repitiendo estas palabras: Jesús y María, yo os amo. Jesús y María os doy el corazón y el alma mía». (Las Glorias de María, Rialp 1977, p 305).

No hay comentarios:

Publicar un comentario