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habéis caído en la cuenta que la Virgen es el camino real que recorre el
Salvador hasta nosotros... Ahora tratemos, queridísimos, de seguir la misma
ruta ascendente hasta llegar a aquel que por María descendió hasta nosotros.
Lleguemos por la Virgen a la gracia de aquel que por la Virgen vino a nuestra
miseria.
Llévanos
a tu Hijo, dichosa y agraciada, madre de la vida y madre de la salvación. Por
ti nos acoja el que por ti se entregó a nosotros. Tu integridad excuse en tu
presencia la culpa de nuestra corrupción. Y que tu humildad, tan agradable a Dios,
obtenga el perdón de nuestra vanidad. Que tu incalculable caridad sepulte el
número incontable de nuestros pecados y que tu fecundidad gloriosa nos otorgue
la fecundidad de las buenas obras. Señora mediadora y abogada nuestra,
reconcílianos con tu Hijo. Recomiéndanos y preséntanos a tu Hijo. Por la gracia
que recibiste, por el privilegio que mereciste y la misericordia que
alumbraste, consíguenos que aquel que por ti se dignó participar de nuestra
debilidad y miseria, comparta con nosotros, por tu intercesión, su gloria y
felicidad. Cristo Jesús, Señor nuestro, que es bendito sobre todas las cosas y
por siempre» (San Bernardo, En el
Adviento del Señor, sermón 3).
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