Hoy,
fiesta de San Juan Damasceno (675-749), mente poderosa que ejerció gran
influjo en la teología medieval posterior, transcribo un texto de su conocida
obra De fide Orthodoxa, donde destaca la admirable bondad del Creador en su actuar omnipotente.
«D
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ios,
que es bueno, completamente bueno, por encima de lo bueno (ya que él entero es
la bondad), por la excesiva riqueza de su bondad no se retuvo ser el bien único,
o ser su misma naturaleza, y que no fuera participado por nadie. Por esto, como
una gracia, creó primeramente a las potencias intelectuales del cielo, después
el mundo visible y sensible, y por último, a partir de lo intelectual y lo
sensible, al hombre. Así pues, todo lo que ha sido hecho por él toma parte de
su misma bondad en el ser. Sin duda él es el ser para todo, ya que en él
existen todos los seres, no solo porque él los condujo de la nada al ser, sino
porque su actividad sostiene y conserva lo que ha sido hecho por él...
En
efecto, habiendo sido hecho el hombre racional y libre, ha recibido de modo
incesante el poder de unirse a Dios por la propia libre elección, si hubiese
permanecido en el bien, esto es, en la obediencia al Creador. Después que hubo
violado el mandamiento de quien le había creado, cayó también bajo el poder de
la muerte y de la corrupción. El creador y formador de nuestro género, por sus
entrañas de misericordia, se hizo igual a nosotros: se volvió hombre en todo,
excepto en el pecado y se unió a nuestra naturaleza. Nos hizo partícipes de su
propia imagen y de su espíritu, y no tuvimos cuidado de ellos. Entonces, él
toma a cambio la pobreza y la debilidad de nuestra naturaleza, para limpiarnos,
donarnos la incorruptibilidad y conducirnos de nuevo a participar de su divinidad». (San Juan Damasceno, Exposición de la fe ortodoxa, IV, 13.)
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