El Greco. Las lágrimas de San Pedro. Detalle
Museo del Greco. Toledo
San
Bernardo, en un sermón cuaresmal, nos exhorta a buscar en este tiempo el sustancioso pan de la compunción, el pan de las lágrimas, que atrae sobre nosotros el perdón de nuestras maldades y la esperanza de una amorosa fidelidad junto a Cristo. De este pan el cristiano nunca debe abstenerse; es el pan de los enamorados, de
los humildes, de los contemplativos. No cuesta nada; Dios lo reparte gratuitamente
a todo pecador arrepentido y suplicante.
«Hermanos,
quiero que seáis conscientes de que el
ayuno no consiste únicamente en abstenerse de alimentos, sino de todas las
seducciones de la carne y de todas las apetencias del cuerpo. Debemos ayunar
mucho más de los vicios que del comer. Pero hay una clase de pan del que no
quiero que ayunéis para no desfallecer en el camino. Me refiero, si no lo
sabéis, al pan de las lágrimas. Se nos dice a renglón seguido: Con ayuno, con llanto, con luto. La
penitencia de la vida pasada nos exige el luto, y el deseo de la futura felicidad,
el llanto. Las lágrimas son mi pan día y
noche, dice el Profeta, mientras todo
el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios? Poco puede agradar la novedad de
esta vida a quien no llora la antigua ni los pecados cometidos, ni se lamenta
del tiempo perdido. Si no lloras, tampoco sientes las llagas de tu alma ni la
herida de tu conciencia. Ni siquiera anhelas los gozos venideros si no los
pides diariamente con lágrimas. Y menos sabrás qué son si tu alma no desecha
todo consuelo hasta que lleguen» (San Bernardo, Sermones en el tiempo de cuaresma, Sermón 2, 4).
El
misal antiguo contiene oraciones preciosas –forman parte del “propio” de la
misa votiva pro petitione lacrimarum–
para alcanzar de Dios este pan sabroso, condición de supervivencia para
cualquier pecador. Rezan así:
Omnipotente y mansísimo Dios, que produjiste de la roca una
fuente de agua viva para el pueblo sediento: saca de la dureza de nuestros
corazones lágrimas de compunción; para que podamos llorar nuestros pecados y
merezcamos alcanzar por tu misericordia, su perdón. Por Nuestro Señor.
Te suplicamos, Señor Dios, mires propicio esta oblación que
ofrecemos a tu majestad por nuestros pecados: y produce en nuestros ojos ríos
de lágrimas con las cuales podamos apagar los incendios provocados por nuestras
llamas. Por Nuestro Señor.
Infunde clemente en nuestros corazones, oh Señor Dios, la gracia
del Espíritu Santo: la cual nos haga lavar las manchas de nuestros pecados con
gemidos de lágrimas, y nos alcance, por tu gracia, el efecto de una ansiada
indulgencia. Por Nuestro Señor…
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