Simeón con Jesús en brazos. Oleo de Alekséi Yegórov (1830-40)
Foto Wikipedia
La
figura del anciano Simeón nos resulta fascinante. Una larga vida de oración y de
sacrificio esperanzados que se ve plenamente colmada, ya en este mundo, por un instante de cercana e intensa contemplación del Verbo hecho carne junto a su Madre Virginal.
Recojo a continuación una piadosa reflexión de Fray Luis de Granada al respecto.
"D
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espués
de esto considera también la grandeza de la alegría que aquel Santo Simeón
recibiría con la vista y presencia de este Niño, la cual excede todo
encarecimiento.
Porque
cuando este varón (que tanto celo tenía de la gloria de Dios y de la salud de
las almas, y tanto deseaba ver antes de su partida a Aquél en cuya
contemplación respiraban los deseos de todos los Padres (Gn 49, 1), y en cuya venida estaba la salud y remedio de todos los
siglos), cuando le viese delante de sí y le recibiese en sus brazos, y
conociese por revelación del Espíritu Santo que dentro de aquel corpecico
estaba toda la majestad de Dios y viese juntamente en presencia de tal Hijo tal
Madre, ¿qué sentiría su piadoso corazón con la vista de dos tales lumbreras y
con el conocimiento de tan grandes maravillas? ¿Qué diría? ¿Qué sentiría? ¿Qué
sería ver allí las lágrimas de sus ojos y los colores y semblantes de su rostro
y la devoción con que cantaría aquel suavísimo cántico en que está encerrada la
suma del Evangelio? " (Fray Luis de Granada, Vida
de Jesucristo, Ed. Rialp, Madrid 1990 p. 47-48).
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