“Lleguemos
por la Virgen a la gracia de aquel que por la Virgen vino a nuestra miseria. Llévanos
a tu Hijo, dichosa y agraciada, madre de la vida y madre de la salvación. Por
ti nos acoja el que por ti se entregó a nosotros. Tu integridad excuse en su
presencia la culpa de nuestra corrupción. Y que tu humildad, tan agradable a
Dios, obtenga el perdón de nuestra vanidad. Que tu incalculable caridad sepulte
el número incontable de nuestros pecados y que tu fecundidad gloriosa nos
otorgue la fecundidad de las buenas obras. Señora mediadora y abogada nuestra,
reconcílianos con tu Hijo. Recomiéndanos y preséntanos a tu Hijo. Por la gracia
que recibiste, por el privilegio que mereciste y la misericordia que
alumbraste, consíguenos que aquel que por ti se dignó participar de nuestra
debilidad y miseria, comparta con nosotros, por tu intercesión, su gloria y
felicidad. Cristo Jesús, tu Hijo y Señor nuestro, que es bendito sobre todas
las cosas y por siempre”. (Sermón 3. En el Adviento
del Señor 5).
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