Parte
final de la homilía «Vocación Cristiana» de San Josemaría Escrivá. Fue pronunciada
el primer domingo de Adviento de 1951; el autor recuerda la impresión que le causó
ver un águila enjaulada en condiciones muy precarias. El Adviento, como tiempo
de gozosa esperanza, nos invita a romper las cadenas que nos atan a la tierra y
reemprender el vuelo majestuoso hacia las altas cimas de la vida cristiana.
* * *
«No quería deciros más en
este primer domingo de Adviento, cuando empezamos a contar los días que nos
acercan a la Natividad del Salvador. Hemos visto la realidad de la vocación
cristiana; cómo el Señor ha confiado en nosotros para llevar almas a la santidad,
para acercarlas a Él, unirlas a la Iglesia, extender el reino de Dios en todos
los corazones. El Señor nos quiere entregados, fieles, delicados, amorosos. Nos
quiere santos, muy suyos.
De un lado, la soberbia, la sensualidad y el hastío, el egoísmo; de otro, el amor, la entrega, la misericordia, la humildad, el sacrificio, la alegría. Tienes que elegir. Has sido llamado a una vida de fe, de esperanza y de caridad. No puedes bajar el tiro y quedarte en un mediocre aislamiento.
En una ocasión vi un águila encerrada en una jaula de hierro. Estaba sucia, medio desplumada; tenía entre sus garras un trozo de carroña. Entonces pensé en lo que sería de mí, si abandonara la vocación recibida de Dios. Me dio pena aquel animal solitario, aherrojado, que había nacido para subir muy alto y mirar de frente al sol. Podemos remontarnos hasta las humildes alturas del amor de Dios, del servicio a todos los hombres. Pero para eso es preciso que no haya recovecos en el alma, donde no pueda entrar el sol de Jesucristo. Hemos de echar fuera todas las preocupaciones que nos aparten de Él; y así Cristo en tu inteligencia, Cristo en tus labios, Cristo en tu corazón, Cristo en tus obras. Toda la vida —el corazón y las obras, la inteligencia y las palabras— llena de Dios.
Abrid los ojos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca (Lc 21, 28) hemos leído en el Evangelio. El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Todo el panorama de nuestra vocación cristiana, esa unidad de vida que tiene como nervio la presencia de Dios, Padre Nuestro, puede y debe ser una realidad diaria.
Pídelo conmigo a Nuestra Señora, imaginando cómo pasaría ella esos meses, en espera del Hijo que había de nacer. Y Nuestra Señora, Santa María, hará que seas alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, ¡el mismo Cristo!» (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 11).
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