miércoles, 11 de diciembre de 2019

REZAR LA LITURGIA, NO SOLO OÍRLA

Misa en una cabaña de Aloysius O'Kelly 

Presento en español el resumen que Gregory DiPippo ha publicado de la conferencia impartida por Dom Alcuin Reid en College Station, Texas, en su paso por Estados Unidos. Bajo el título «Rezando la Liturgia», Dom Alcuin Reid nos propone una comprensión más honda del lenguaje propio e íntimo que habla la liturgia; así podremos participar en ella de manera intensa y fructuosa. En efecto, el empobrecimiento que la idea litúrgica de participación activa ha sufrido en las últimas décadas es tan manifiesto, que urge redescubrir su noble significación y los caminos orantes de implementarla.

Publicado por G. DiPippo en newliturgicalmovement.org

Rezando la Liturgia
por Dom Alcuin Reid

L
a sagrada liturgia no es un tipo de actividad ordinaria. Tiene su propio «lenguaje», por así decirlo. Pero ese lenguaje no está compuesto principalmente de palabras. Es una de las paradojas de nuestro tiempo que la introducción de las lenguas vernáculas nos haya llevado a considerar los ritos litúrgicos sobre todo como un texto hablado e inmediatamente comprensible. Las nuevas generaciones han llegado a esperar que todo en la liturgia sea tan transparente e inmediato, como cualquier mensaje o información que encuentran en los medios impresos o electrónicos o que reciben en sus propios aparatos personales.

Ciertamente, los ritos litúrgicos implican el uso de palabras, y ellas tienen un significado que en última instancia debería estar al alcance de nuestra comprensión (si se usa el latín, al menos a través de un misal o de una traducción en un folleto). Pero en nuestra sociedad saturada de palabras, quizás hemos olvidado que la liturgia es principalmente una acción, no un discurso. La liturgia no es un conjunto de palabras que se leen, o por nosotros, o entre nosotros. Es un rito, un conjunto de acciones, gestos y sonidos en lugares determinados. Sí, incluye palabras, pero su uso en la liturgia va más allá que la de una eficiente comunicación de información o de ideas a las que estamos acostumbrados.

Porque no es simplemente lo que se dice lo que importa en un rito litúrgico, sino que lo fundamental es lo que se hace. Y no tanto lo que es hecho por nosotros; más bien lo que hace Dios omnipotente es lo que importa. Algo acontece en la liturgia que no es hechura nuestra. Es en la dinámica de ese acontecimiento, de esa acción, donde debemos situarnos. Esa es la participación activa en la liturgia.

Lo que acontece en la liturgia lo hace Cristo, no nosotros. Porque la liturgia es el culto ofrecido por Cristo en su Iglesia por el poder del Espíritu Santo a Dios Padre. No es algo que hacemos nosotros principalmente. Sin duda, por derecho de nuestro bautismo podemos participar en esa ofrenda. En efecto, es nuestro deber bautismal hacerlo en la medida de nuestras posibilidades y de acuerdo con nuestra vocación particular. Pero la liturgia es ante todo Cristo actuando en el mundo de hoy a través de los ritos de su Iglesia. Debido a esto, a través de esto, somos capaces de tomar parte en sus actos salvíficos: la redención que llevó a cabo por nuestros pecados en la cruz, y la esperanza de la vida eterna manifestada en su gloriosa resurrección. En resumen, la sagrada liturgia es la acción salvífica de Cristo en nuestro mundo de hoy.

La comprensión de que la liturgia es una acción, no un texto, y que de hecho se trata principalmente de una acción de Cristo mismo, es crucial si quiero participar en un rito litúrgico, si realmente quiero involucrarme consciente y efectivamente en esa acción, si de hecho quiero orar la sagrada liturgia. De lo contrario, seré un mero espectador, posiblemente aburrido, o tal vez incluso entretenido. Pero la liturgia no es un espectáculo o entretenimiento para ser visto. Es una acción en la que debo estar integrado. Es adoración. Y es oración.

Por tanto, rezar la liturgia, que es sencillamente la participación verdadera o real (a veces llamada «activa») en la liturgia, no consiste tanto en decir las palabras correctas, «contestar las respuestas» o «unirse al canto» (estos son medios, no fines); más bien consiste en que yo me sumerja, me pierda, me deje atrapar por la acción de la liturgia».

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