La
Piedad de Anton Van Dyck
Imagen: www.museodelprado.es
Selecciono
un texto de San Pío X que compendia con precisión la doctrina católica sobre la
mediación corredentora de María, doctrina luminosa de profundas implicancias
teológicas y espirituales, no mero adorno piadoso para con la Madre del
Salvador.
«A
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todo esto hay que añadir, en alabanzas de la
santísima Madre de Dios, no solamente el haber proporcionado, al Dios Unigénito que iba a nacer con
miembros humanos, la materia de su carne [13] con la que se lograría una
hostia admirable para la salvación de los hombres; sino también el papel de
custodiar y alimentar esa hostia e incluso, en el momento oportuno, colocarla
ante el ara. De ahí que nunca son separables el tenor de la vida y de los
trabajos de la Madre y del Hijo, de manera que igualmente recaen en uno y otro
las palabras del Profeta [14]: mi vida
transcurrió en dolor y entre gemidos mis años. Efectivamente, cuando llegó
la última hora del Hijo, estaba en pie
junto a la cruz de Jesús, su Madre, no limitándose a contemplar el cruel
espectáculo, sino gozándose de que su
Unigénito se inmolara para la salvación del género humano, y tanto se
compadeció que, si hubiera sido posible, ella misma habría soportado
gustosísima todos los tormentos que padeció su Hijo [15].
Y
por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, ella mereció convertirse con toda dignidad en
reparadora del orbe perdido [16], y por tanto en dispensadora de todos los
bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre.
Cierto
que no queremos negar que la erogación de estos bienes corresponde por
exclusivo y propio derecho a Cristo; puesto que se nos han originado a partir
de su muerte y El por su propio poder es el mediador entre Dios y los hombres.
Sin embargo, por esa comunión, de la que ya hemos hablado, de dolores y bienes
de la Madre con el Hijo, se le ha concedido a la Virgen augusta ser poderosísima mediadora y conciliadora de
todo el orbe de la tierra ante su Hijo Unigénito [17]. Así pues, la fuente
es Cristo y de su plenitud todos hemos
recibido [18]; por quien el cuerpo,
trabado y unido por todos los ligamentos que lo nutren... va obrando su
crecimiento en orden a su conformación en la caridad [19]. A su vez María,
como señala Bernardo, es el acueducto
[20]; o también el cuello, a través del cual el cuerpo se une con la cabeza y
la cabeza envía al cuerpo la fuerza y las ideas. Pues ella es el cuello de nuestra Cabeza, a través del cual se
transmiten a su cuerpo místico todos los dones espirituales [21]. Así pues,
es evidente que lejos de nosotros está el atribuir a la Madre de Dios el poder
de producir eficazmente la gracia sobrenatural, que es exclusivamente de Dios.
Ella, sin embargo, al aventajar a todos en santidad y en unión con Cristo y al
ser llamada por Cristo a la obra de la salvación de los hombres, nos merece de congruo, como se dice, lo que
Cristo mereció de condigno y es Ella
ministro principal en la concesión de gracias. Cristo está sentado a la derecha de la majestad en los cielos [22]; María
a su vez está como reina a su derecha, refugio
segurísimo de todos los que están en peligro y fidelísima auxiliadora, de modo
que nada hay que temer y por nada desesperar con ella como guía, bajo su
auspicio, con ella como propiciadora y protectora» [23]. (San Pío X, Extracto de la Encíclica Ad diem illum lætissimum, sobre la
devoción a la Santísima Virgen, en el 50 aniversario del dogma de la Inmaculada
Concepción. 2 de febrero de 1904).
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[13]
San Beda, L. 4, in Luc. XI.
[14]
Salm. 30, 11.
[15] San Buenaventura, I
Sent. d. 48, ad Litt. dub. 4.
[16]
Eadmerio, De Excelentia Virg. Mariae, c. 9
[17]
Pío IX, Bula Ineffabilis.
[18]
Jn. 1, 16
[19]
Efes. 4, 16.
[20]
Serm de temp., in Nativ. B. V. de Aquaeductu. n. 4.
[21]
San Bernardino. Quadrag. de Evangelio aeterno, Serm. X, a. 3, c. 3..
[22]
Hebr. 1, 3.
[23]
Pío IX, Bula Ineffabilis.
***
Por
tanto, resulta muy convincente el siguiente resumen que hace un manual de mariología
sobre la doctrina de María corredentora, luego de un análisis atento de la
enseñanza magisterial desde Pío IX hasta el Vaticano II:
«1) Se aplica expresamente a la
Santísima Virgen el título de Corredentora;
2) Se afirma con insistencia la
cooperación de María a la obra de la Redención, no solo subjetiva, sino también
objetiva, es decir, no solo en la aplicación de la Redención, sino en su
consecución, y dicha cooperación aparece como distinta de la misma Maternidad
divina; 3) el fundamento de esta
cooperación se pone en una inefable asociación con Cristo, que trascendiendo la
natural unión de una madre con su Hijo, encuentran su última razón en la
voluntad divina que quiso asociar a María a su Hijo en la obra de la Redención.
Dedúcese de todo ello que la Corredención de María en los términos explicados
es doctrina católica». (Cf J. Ibáñez,
F. Mendoza. La Madre del Redentor,
Ed. Palabra 1988, pp. 251-275).
Cuando
la teología católica atribuye ciertos privilegios a la Madre de Dios, tanto a
su persona como a su misión, no está obviamente usurpando nada al Hijo para
otorgárselo a la Madre, sino reconociendo el hecho de que el Hijo ha querido
compartirlo todo con su Madre, incluso su obra salvífica, en la medida en que
es posible hacerlo con una criatura eximia y del todo singular. De Maria nunquam satis.
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