Coronación de la Virgen de Rubens
Imagen: commons.wikimedia.org
«Él,
el Hijo de Dios, dirige hacia su Madre celestial la gloria, la majestad y el
gobierno de su realeza, pues habiendo sido asociada con el Rey de los mártires
en la obra inefable de la redención humana como Madre y cooperadora, permanece
asociada con Él para siempre por vía de un casi ilimitado poder en la
distribución de las gracias que fluyen de la redención. Jesús es Rey desde toda
la eternidad por naturaleza y por derecho de conquista: por Él, con Él y
subordinada a Él, es María Reina por gracia, por redención divina, por derecho
de conquista y por singular elección, y su reino es tan vasto como el de su
Hijo y Dios, ya que nada a sido excluido de su soberanía.
Por
esta razón, la Iglesia la saluda como Señora y Reina de los Ángeles y de los
Santos, de los Patriarcas y Profetas, de los Apóstoles y Mártires, de los Confesores
y de las Vírgenes. Por lo mismo, la aclama como Reina de cielos y tierra, como gloriosa
y dignísima Reina del universo: Regina
caelorum, gloriosa Regina mundi, Regina mundi dignissima; y nos enseña a
invocarla día y noche entre los gemidos y lágrimas por los que
es fecundo este exilio: Dios te salve Reina, Madre de la misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra» (Pío XII, Radiomensaje
a los peregrinos de Fátima, 13 de mayo de 1946).
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