jueves, 23 de mayo de 2019

DEJADNOS ADORAR A DIOS


Durante las últimas décadas no son pocos los gestos y usos litúrgicos, llenos de piedad y reverencia, que hemos visto paulatinamente desaparecer. Por lo mismo nos hacemos eco de unas palabras del Cardenal Sarah -fiel custodio del culto divino- en que nos advierte de los peligros de una mal entendida inculturación. Cuando el hombre ya no sabe cómo «estar» ante Dios, difícilmente sabrá «estar» ante sus semejantes. Su embrutecimiento se vuelve inevitable.

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oy en día la liturgia muestra cierta secularización que apunta a la desaparición del signo litúrgico por excelencia: el silencio. Hay quienes intentan eliminar por todos los medios los gestos de la postración o la genuflexión ante la Majestad divina, cuando en realidad se trata de gestos cristianos de adoración, de santo temor de Dios, de veneración y de un amor respetuoso. Son los gestos de la liturgia del Cielo: «Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivos, y cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios» (Ap 7, 11). «Entremos en su morada, postrémonos ante el estrado de sus pies» (Sal 132, 7). «Venid, adoremos y postrémonos, pongámonos de hinojos ante el Señor, nuestro Hacedor. Pues Él es nuestro Dios» (Sal 95, 6-7).
Me parece lamentable que haya conferencias episcopales o sacerdotes que, por motivos de inculturación, decidan suprimir estos gestos celestiales y reemplazarlos por gestos de cortesía o usos culturales. ¿Por qué nos resistimos siempre a la voluntad y a los modos de hacer de Dios para aferrarnos a nuestras costumbres?» (Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio, Palabra 2017, p. 258).

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