Pieter
de Grebber. Dios Padre invitando a Cristo
a sentarse en el trono a su derecha (1645)
E
|
n
el Símbolo de la fe, el admirable misterio de la Ascensión del Señor a los
cielos viene acompañado del siguiente complemento: «Y está sentado a la derecha
de Dios Padre todopoderoso». Con esta expresión se quiere señalar la máxima y
completa glorificación que la Trinidad ha concedido a la humanidad de Cristo,
como coronación de su obra redentora. «Lo de la derecha de Dios –explica Santo
Tomás– no hay
que entenderlo en sentido literal sino metafórico: en cuanto Dios, estar
sentado a la derecha del Padre significa ser de la misma categoría que Éste; en
cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia» (Exposición del
Símbolo de los Apóstoles, art. 6). Por su parte, el catecismo del Concilio de
Trento enseña: «Pero estar sentado no
significa en este lugar situación y figura del cuerpo, sino que expresa la
posesión firme y estable de la regia y suprema potestad y gloria que recibió
del Padre; acerca de lo cual dice el Apóstol: Resucitándole entre los muertos y colocándole a su diestra en los cielos,
sobre todo principado y potestad, y virtud y dominación, y sobre todo nombre,
por celebrado que sea, no solo en esta vida, sino también en la futura (Ef 1, 20-22); y también: Todas las cosas puso a sus pies (Sal 8, 7). De cuyas palabras se deduce
que esta gloria es tan propia y singular del Señor, que no puede convenir a
ninguna otra naturaleza creada. Por lo que se dice en otro lugar: ¿A qué ángel ha dicho jamás: siéntate a mi
diestra?» (Heb 1, 13).
De
esta manera, la ascensión del Señor a los cielos y su entronización a la
derecha del Padre ha dejado nuestra mirada definitivamente orientada hacia lo
alto. El mismo Apóstol nos lo recuerda: «buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las
de la tierra» (Col 3, 1-2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario