lunes, 9 de abril de 2018

Y EL VERBO SE HIZO CARNE

Anunciación de Sandro Botticelli. Foto wikipedia.org 

Publico este texto de San Juan de Ávila tomado de un sermón en la fiesta de la Anunciación de Nuestra Señora. El santo doctor insiste en la profunda alegría que se contiene en este sublime misterio, digno de ser proclamado, agradecido y adorado, si de verdad no queremos ser tenidos por traidores. También se hace eco de la teoría de algunos Padres que vieron en la decisión de humanarse del Verbo el motivo de la envidia y rebeldía de Lucifer. Finalmente exhorta a bendecir a la Virgen Madre que es el árbol hermoso y fecundo que nos da el fruto de Jesucristo.

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H
ic dies boni nuntii est; si tacuerimus, sceleris arguemur. Día es hoy de buena nueva; si calláremos, si no lo manifestáremos, de traición seremos argüidos. ¿Cómo callará la lengua en el día que Dios se hizo carne por amor a la carne? Día es hoy de grandísima alegría, el de la mayor que nunca hubo ni habrá para siempre. Día en que Dios hizo la mayor obra, que nunca hizo ni hará. Día en que tomó nuestra carne, en que se hizo hombre. Pues decid: Si tenemos a Dios, ¿qué no falta?; si Dios es con nos, ¿Quién contra nos? (Rom 8, 31). Día es hoy que, si lo ángeles nos pudieran haber envidia, la tuvieran. Y doctores hay que dicen -y paréceme muy bien- que de envidia de este misterio se perdió Lucifer. Que tenía él hecho su cuenta: “Si Dios se ha de juntar con alguna criatura, con lo mejor ha de ser. Pues mayores son los ángeles que los hombres y de mejor naturaleza; y de los ángeles yo soy el mejor. Si con alguno se ha de juntar, yo he de ser”. Como supo después que se había de juntar con los hombres, tuvo envidia. “¡Cómo! ¿Con un hombre pecador y miserable se ha de juntar Dios y dejarme a mí? ¿A un pedazo de barro he yo de adorar?” Porque sabía él que aquella humanidad santísima, junta con Dios, la habían de adorar los ángeles y serafines, y de aquí tomó ocasión. Y vino el Señor y echólo del cielo al profundo, porque escrito está que grande es el Señor y mira las cosas bajas en el cielo y en la tierra (cf. Sal 112, 6) …
Día de grandísima alegría es hoy. Día de la alegría de las alegrías. Día de buenas nuevas. Día de todo nuestro bien. Si calláremos, si fuéramos ingratos, si no diéramos gracias al Señor por este día, de traición seremos argüidos. Demos gracias al Señor por este gran bien que nos dio en este día, y a la Madre, por cuyas manos nos lo dio. Que si llegáis a un árbol muy hermoso y veis una pera o manzana muy hermosa, decís: “¡Bendito el árbol que tal fruto dio!”. Cuando viéredes a Jesucristo en la hostia consagrada, cuando comulgáredes, cuando recibiéredes a nuestro Señor, dad gracias al Padre eterno, que os lo dio; decid: “¡Bendito sea el árbol que tal fruto dio, que es la Virgen benditísima!” (San Juan de Ávila, Sermones, Anunciación de Nuestra Señora, BAC, Madrid 2002, p.878).

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