Anunciación
de Sandro Botticelli. Foto wikipedia.org
Publico
este texto de San Juan de Ávila tomado de un sermón en la fiesta de la
Anunciación de Nuestra Señora. El santo doctor insiste en la profunda alegría que
se contiene en este sublime misterio, digno de ser proclamado, agradecido y
adorado, si de verdad no queremos ser tenidos por traidores. También se hace
eco de la teoría de algunos Padres que vieron en la decisión de humanarse del
Verbo el motivo de la envidia y rebeldía de Lucifer. Finalmente exhorta a
bendecir a la Virgen Madre que es el árbol hermoso y fecundo que nos da el
fruto de Jesucristo.
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H
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ic dies boni nuntii est;
si tacuerimus, sceleris arguemur. Día es hoy
de buena nueva; si calláremos, si no lo manifestáremos, de traición seremos
argüidos. ¿Cómo callará la lengua en el día que Dios se hizo carne por amor
a la carne? Día es hoy de grandísima alegría, el de la mayor que nunca hubo ni
habrá para siempre. Día en que Dios hizo la mayor obra, que nunca hizo ni hará.
Día en que tomó nuestra carne, en que se hizo hombre. Pues decid: Si tenemos a
Dios, ¿qué no falta?; si Dios es con nos, ¿Quién contra nos? (Rom 8, 31). Día
es hoy que, si lo ángeles nos pudieran haber envidia, la tuvieran. Y doctores
hay que dicen -y paréceme muy bien- que de envidia de este misterio se perdió
Lucifer. Que tenía él hecho su cuenta: “Si Dios se ha de juntar con alguna
criatura, con lo mejor ha de ser. Pues mayores son los ángeles que los hombres
y de mejor naturaleza; y de los ángeles yo soy el mejor. Si con alguno se ha de
juntar, yo he de ser”. Como supo después que se había de juntar con los
hombres, tuvo envidia. “¡Cómo! ¿Con un hombre pecador y miserable se ha de
juntar Dios y dejarme a mí? ¿A un pedazo de barro he yo de adorar?” Porque
sabía él que aquella humanidad santísima, junta con Dios, la habían de adorar
los ángeles y serafines, y de aquí tomó ocasión. Y vino el Señor y echólo del
cielo al profundo, porque escrito está que grande
es el Señor y mira las cosas bajas en el cielo y en la tierra (cf. Sal 112,
6) …
Día
de grandísima alegría es hoy. Día de la alegría de las alegrías. Día de buenas nuevas. Día de todo
nuestro bien. Si calláremos, si fuéramos ingratos, si no diéramos gracias al
Señor por este día, de traición seremos
argüidos. Demos gracias al Señor por este gran bien que nos dio en este
día, y a la Madre, por cuyas manos nos lo dio. Que si llegáis a un árbol muy
hermoso y veis una pera o manzana muy hermosa, decís: “¡Bendito el árbol que
tal fruto dio!”. Cuando viéredes a Jesucristo en la hostia consagrada, cuando
comulgáredes, cuando recibiéredes a nuestro Señor, dad gracias al Padre eterno,
que os lo dio; decid: “¡Bendito sea el árbol que tal fruto dio, que es la
Virgen benditísima!” (San Juan de Ávila, Sermones,
Anunciación de Nuestra Señora, BAC,
Madrid 2002, p.878).
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