En
un mensaje del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso leo lo
siguiente: «Jesucristo y Buda promovieron la no violencia y fueron constructores de
paz». Si alguien cree, no
digo que este sea el caso, que para un fructífero diálogo interreligioso es
necesario camuflar la persona divina de Cristo, el Verbo hecho carne por la
salvación del mundo –Buda incluido– con los ropajes de un humanismo pacifista, que
no se asombre si tarde o temprano comprueba que ha perdido miserablemente el
tiempo. En asuntos de esta índole, prefiero adherirme al sentir de Gómez
Dávila: «Detesto al que predica la verdad que salva suplicando que la salven» (Escolios,
Tomo II, p. 330).
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