domingo, 6 de abril de 2014

LAS RESURRECCIONES DEL ALMA. UN COMENTARIO DE SAN AGUSTÍN

El genio de Agustín, comentando el evangelio de la resurrección de Lázaro, advierte las diferentes circunstancias en que acontecen las tres resurrecciones que recogen los santos Evangelios: la hija de Jairo, mientras era velada en su casa; el hijo de la viuda de Naim, camino al cementerio; Lázaro, ya depositado en el sepulcro. Estos tres momentos tienen para san Agustín un profundo significado espiritual: se corresponden con los tres estados de un pecador. Y cualquiera sea su situación, la gracia del poder de Cristo basta para devolverlo a la vida.

S
i, pues, por su gran gracia y misericordia el Señor resucita las almas para que no muramos eternamente, entendemos bien que los tres muertos que en cuanto a los cuerpos resucitó significan y figuran algo sobre las resurrecciones de las almas que son hechas mediante la fe. Resucitó a la hija del arquisinagogo, yacente aún encasa; resucitó al joven hijo de una viuda, sacado fuera de las puertas de la ciudad; resucitó a Lázaro, sepultado de cuatro días.
Mire cada cual su alma: si peca muere; el pecado es la muerte del alma. Pero a veces se peca en el pensamiento. Te deleitó lo que es malo, consentiste, pecaste; ese consentimiento te ha matado; pero la muerte está dentro, porque le pensamiento malo no resultó aún hecho. Para significar el Señor que él resucita a un alma tal, resucitó a la niña que aún no había sido sacada afuera, sino que yacía muerta en casa; por así decirlo, el pecado estaba oculto. Si, en cambio, no sólo consentiste en una delectación mala, sino que también hiciste el mal mismo, sacaste fuera de la puerta al muerto, por así decirlo; ya está fuera y muerto te han sacado. Sin embargo, también a ese mismo lo resucitó el Señor y lo devolvió a su madre viuda. Si has pecado, arrepiéntete, y el Señor te resucita y te devolverá a la Iglesia, tu madre.
El tercer muerto es Lázaro. Hay un género de muerte monstruoso: se llama la mala costumbre. Una cosa es, en efecto, pecar; otra, formar la costumbre de pecar. Quien peca y se corrige al instante, revive rápidamente; porque no está aún implicado en la costumbre, no está sepultado. Quien, en cambio, acostumbra a pecar, está sepultado y de él se dice bien que hiede, pues comienza a tener pésima fama. Olor asquerosísimo, digamos. Así son todos los habituados a malas acciones, los de “costumbres depravadas”…
El Señor, pues, resucitó también a Lázaro. Habéis oído en qué condiciones estaba, esto es, qué significa la resurrección de Lázaro”. (San Agustín, Sobre el Evangelio de San Juan, Tratado XLIX 3-4, BAC)

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