SANGUIS
CHRISTI, IN FLAGELLATIONE PROFLUENS,
MISERERE NOBIS
Sangre de
Cristo, vertida copiosamente en la flagelación,
ten
misericordia de nosotros
Poco
convincentes aparecen hoy las razones con las que se quiso justificar la
supresión de la fiesta de la Preciosísima Sangre del nuevo calendario litúrgico:
«1 de julio. Preciosísima Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo. Se suprime la fiesta de la Preciosísima Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo, establecida en el Calendario Romano en 1849, cuando
Roma fue liberada de una sedición. La razón es que la Preciosísima Sangre de
Cristo Redentor ya se venera en las solemnidades de la Pasión, como también en
las de la Santísima Eucaristía y del Sacratísimo Corazón de Jesús y en la
fiesta de la Exaltación de la Cruz. Con todo, la Misa de la Preciosísima Sangre
de Nuestro Señor Jesucristo pasa a figurar entre las Misas Votivas».
(Calendarium Romanum, editio typica 1969).
¿Pero acaso la Sangre
de Cristo no merecía una festividad propia y explícita? ¿No era todavía reciente
la carta apostólica Inde a primis del
Papa Juan XXIII, exhortando a todos los obispos del mundo a fomentar esta
hermosa devoción entre el pueblo cristiano? «Nos parece muy oportuno -decía entonces el santo Papa Juan- llamar la
atención de nuestros queridos hijos sobre la conexión indisoluble que debe unir
a las devociones, tan difundidas entre el pueblo cristiano, a saber, la del
Santísimo Nombre de Jesús y su Sacratísimo Corazón, con la que tiende a honrar
la Preciosísima Sangre del Verbo encarnado ‘derramada por muchos en remisión de
los pecados’. Y añadía «Conviene recordar que por mandato de Benedicto XIV se
compusieron la Misa y el Oficio en honor de la Sangre adorable del Divino
Salvador; y que Pío IX, en cumplimiento de un voto hecho en Gaeta, extendió la
fiesta litúrgica a la Iglesia universal. Por último Pío XI, de feliz memoria,
como recuerdo del XIX Centenario de la Redención, elevó dicha fiesta a rito
doble de primera clase, con el fin de que, al incrementar la solemnidad
litúrgica, se intensificase también la devoción y se derramasen más
copiosamente sobre los hombres los frutos de la Sangre redentora» Más adelante
señalaba «¡Ah! Si los cristianos reflexionasen con más frecuencia en
la advertencia paternal del primer Papa: Vivid
con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, considerando que habéis sido
rescatados de vuestro vano vivir no con plata y oro, corruptibles, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha! (I Petr 17-19). Si prestasen
más atento oído a la exhortación del Apóstol de las gentes: Habéis sido comprados a gran precio.
Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (I Cor. 6,
20». (CARTA APOSTÓLICA INDE
A PRIMIS DE SU SANTIDAD JUAN XXIII SOBRE EL FOMENTO DEL CULTO A LA PRECIOSÍSIMA
SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 30-VI- 1960, vigilia de la fiesta de la
Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo).
Al igual que lo
sucedido con las fiestas del Santo Nombre de Jesús y del Santo nombre de María,
esperemos que también esta fiesta de la Preciosísima Sangre sea prontamente restituida en el actual calendario, con su valor cristológico y soteriológico
propio, tal como se expresa en las cartas de los Apóstoles Pedro y Pablo.
La actualidad de esta devoción se manifiesta también en esta hermosa invocación de sus letanías: Sanguis Christi, flumen misericordiae, miserere nobis; Sangre de Cristo, río de misericordia, ten piedad de nosotros.
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