martes, 25 de marzo de 2014

VERBO Y NO PALABRA

Mientras exégetas y liturgistas se afanan por traducir el término joánico Verbo (Logos) por el de Palabra, el pueblo católico sigue rezando como siempre: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.  La “Palabra que acampa”, como dicen las nuevas traducciones, al menos en nuestro castellano habitual, parecen restar sustancia al insondable misterio de la Encarnación. A la inconveniencia de verter Verbo por Palabra se refiere esta voz autorizada:

“Es importante ver que Juan, bajo la inspiración del Espíritu Santo, emplea el término logos y no “Hijo”, ni sofía, “sabiduría”. ¿Por qué? ¿Qué significa exactamente el término logos?” Es muy difícil de traducir. En la Universidad de la Sorbona traducen con frecuencia logos por “discurso”. Desde luego es una traducción, pero una traducción muy exterior. En realidad, logos significa mucho más el fruto del pensamiento; ahora bien, el discurso es la expresión del pensamiento, no es el fruto. Expresión y fruto son dos cosas diferentes y los griegos eran muy sensibles a ello…; no hay duda, sin embargo, que hay diferencia entre pensar y hablar, pensar y decir. Por lo tanto no hay que traducir “Verbo” -Logos- por “Palabra”. Ahora, debido a la influencia protestante, lo traducen con frecuencia por “Palabra”; pero es un error desde el punto de vista teológico: Hay que traducir Logos por “Verbo”. Es la traducción de San Jerónimo quien, no lo olvidemos, estaba en contacto directo con los rabinos. Él estaba, por tanto, mucho más cerca de una tradición de lo que estamos ahora en que, la mayor parte del tiempo, tenemos perspectivas bastante alejadas de la tradición joánica. (M.-D. Philippe, Seguir al Cordero. Retiro sobre el Evangelio de San Juan, Tomo I, Madrid 2002, p. 197)

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