San
Alfonso María de Ligorio, alma sabia y delicada como pocas, volcó su amor a
Jesús Sacramentado en un poema encantador de cinco estrofas. En la primera,
expresa la santa envidia que le causan las flores tan próximas al Tabernáculo:
“Cuánta es vuestra dicha, oh flores, que estáis
de Jesús tan cercanas noche y día;
siempre a su lado, nunca le dejáis
hasta morir allí en su compañía.
si en tan bello lugar, de que gozáis,
fijar pudiera la morada mía,
¡oh qué suerte y que honor habría hallado
finar la vida de mi Vida al lado”.
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