Desde las flores y velas el alma de San Alfonso vuela a posarse en los vasos sagrados, dichosos recipientes que contienen el Cuerpo Sacratísimo del Señor. Así, al anhelo de ser bella flor o cirio ardiente junto a Jesús sacramentado, se añade ahora el deseo aún más noble de ser copón:
¡Vaso sagrado, tú más venturoso!
en ti se esconde y enciérrase mi Amado.
¡Quién más noble que tú, quién más dichoso,
si de asilo a mi Dios has sido dado!
¡Oh si fuese tu oficio tan hermoso
sólo un día a mi pecho encomendado,
todo fuego y amor fuera mi pecho,
del fuego y del Amor morada hecho!
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