Publico el inicio de un sermón de San
Beda el Venerable sobre el nacimiento eterno del Verbo. Luego de exponer en un
sermón precedente el nacimiento humano del Verbo según los relatos de Lucas y
Mateo, Beda, siguiendo el texto sublime del prólogo del evangelio de san Juan,
expone el nacimiento eterno y divino de Cristo. Especialmente hermosas son las
notas y privilegios que atribuye al discípulo amado en cuanto autor del cuarto
evangelio y lo oportuno de su tradicional simbolismo: un águila majestuosa. (Los destacados son nuestros).
* * *
1. «Puesto que ya hemos contemplado el nacimiento en el tiempo del Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, ocurrido en el día de hoy, narrado con palabras de los santos evangelistas –a saber, Mateo y Lucas–, ahora nos gustaría también examinar las palabras del evangelista san Juan, a propósito de la eternidad del Verbo: es decir, de la eternidad de su Divinidad, en la que permanece siempre igual al Padre. Este Juan, por el privilegio de su singular castidad, mereció de una parte captar con más profundidad que los otros el misterio de su Divinidad, y de otra exponerlo. Porque se entiende que no en vano en la última cena descansó sobre el pecho del señor Jesús, sino que además por este medio se enseña de un modo simbólico que de la santísima fuente del pecho del Señor bebió el agua de la sabiduría celestial, de un modo más excelso que los otros. Por eso, en la representación de los cuatro animales, se le compara con razón a un águila en pleno vuelo. Evidentemente, entre todas las aves el águila acostumbra a volar más alto y a dirigir más directamente que los demás animales sus miradas a los rayos del sol.
2. En efecto, los demás evangelistas es como si anduvieran en la tierra con el Señor y, si bien relatan su generación en el tiempo junto con sus hechos en vida con la suficiente extensión, apenas han dicho algo sobre su Divinidad. Éste, por el contrario, es como si volara hasta el cielo con el Señor; y, publicando muy pocos relatos sobre sus hechos temporales, captó el poder eterno de su Divinidad –por el que todo fue hecho–, a base de volar más alto y especular con más profundidad con su mente. Y además, al escribirlo, nos lo trasmitió para que creyéramos en ese poder.
3. Por eso, los otros evangelistas describen a Cristo nacido en el tiempo, Juan da fe de que El mismo existía ya al principio y afirma: En el principio era el Verbo. Los otros recuerdan que Cristo apareció de repente entre los hombres; Juan declara que estaba siempre junto a Dios, al decir: y el Verbo estaba en Dios. Los otros afirman que era verdadero hombre; Juan confirma que era verdadero Dios, cuando dice: y el Verbo era Dios. Los otros dicen que convivió en el tiempo como hombre entre los hombres; Juan muestra que era Dios, que estaba al principio en Dios, con estas palabras: Él estaba al principio en Dios. Los otros presentan las grandezas que hizo como hombre; Juan enseña que Dios Padre hizo por Él a todas las criaturas, visibles e invisibles, diciendo: Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada. Y de un modo admirable san Juan, al comienzo de su evangelio, inculca de un modo sublime la fe a los que creen de verdad y al mismo tiempo rebate con autoridad la perfidia de los herejes a propósito de la Divinidad del Salvador».
(San Beda, Homilías sobre los Evangelios/I. Homilía VIII, En la
Navidad del Señor, Ciudad Nueva 2016, p. 149 y 150).

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