Gracias, ¡oh Benedicto!
Gracias por tu
pontificado, suave brisa del Espíritu Santo.
Gracias por tu vida de entrega y servicio
a la Iglesia Santa.
Gracias por tu sencillez y humildad.
Gracias por tu sabio magisterio.
Gracias por devolver a la
Iglesia todos los tesoros de su tradición litúrgica.
Intercede por el rebaño que Dios te
confío en la tierra, para que pueda gozar con plena libertad de la belleza de
la fe y de la liturgia.

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