Recojo algunos párrafos del libro
Se hace tarde y anochece (Ed. Palabra 2019) del Cardenal Robert Sarah con
Nicolas Diat. El Cardenal no considera una exageración afirmar «que la Iglesia
atraviesa la crisis del sacramento y del sacrificio de la Eucaristía más grave
de su historia». Las recomendaciones que siguen forman parte de un elenco de
medidas que su Eminencia, cabeza de la Sagrada Congregación para el Culto divino,
considera fundamentales para remontar la dolorosa crisis litúrgica que
afecta a la Iglesia.
* * *
«El
aggiornamento de la liturgia no ha traído consigo los frutos esperados.
Es imprescindible redoblar los esfuerzos por eliminar todos los aspectos folclóricos
que convierten las Eucaristías en espectáculo» (p. 167).
«El
Vaticano II pide expresamente que se preserve la lengua latina. ¿Hemos sido
fieles al concilio? El empleo del latín en determinadas partes de la misa puede
ayudar a recuperar la esencia más profunda de la liturgia: una realidad fundamentalmente
mística y contemplativa que escapa a nuestra acción humana y que, no obstante,
supone por nuestra parte una apertura al misterio celebrado» (p. 168).
«Animo
a los sacerdotes más jóvenes a atreverse a prescindir de las ideologías de los
fabricantes de liturgias horizontales y retomar las directrices de Sacrosanctum
Concilium. Que vuestras celebraciones litúrgicas muevan a los hombres a
encontrarse cara a cara con Dios y a adorarle; y que ese encuentro los transforme
y divinice» (p. 169).
«Creo
que es importante salvaguardar las riquezas de la liturgia que nos ha
trasmitido la mejor tradición de la Iglesia. En particular, la orientación del
altar, que compartimos con la mayoría de las Iglesias de Oriente, estén o no unidas
a Roma. Ya he tenido ocasión de insistir en la importancia de este punto: se
trata de saber hacia quién queremos mirar y caminar. ¿Queremos mirar hacia el
Señor que viene glorioso de Oriente?... La celebración cara a Oriente no debe
convertirse en la expresión de una actitud partidista y polémica, sino en la
expresión del movimiento más íntimo y esencial de cualquier liturgia: el de
volvernos hacia el Señor» (p. 169).
«La
liturgia es entrar en el misterio de Dios; dejarnos llevar al misterio y estar
en el misterio, decía el papa Francisco el 14 de febrero de 2019. Y la forma
extraordinaria es un medio excelente para ello: ¡no la convirtamos en motivo de
división! El empleo de la forma extraordinaria forma parte integral del
patrimonio vivo de la Iglesia católica: no es un objeto de museo ni un
testimonio de un pasado glorioso y superado. ¡Está llamada a ser fecunda para
los cristianos de hoy en día!» (p. 170).
«Hay
que alentar encarecidamente la posibilidad de celebrar según el antiguo misal
romano como signo de identidad permanente de la Iglesia. Porque lo que fue
hasta 1969 la liturgia de la Iglesia, lo más sagrado para todos nosotros, no se
pudo convertir a partir de esa fecha en lo más reprobable. Es preciso reconocer
que lo que era fundamental en 1969 sigue siéndolo hoy: es una misma sacralidad,
una misma liturgia. Yo invito de todo corazón a llevar a cabo con el espíritu
pastoral del papa Francisco la reconciliación litúrgica enseñada por el papa
Benedicto» (p. 170-171).
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