Beato Pío IX y San Juan XXIII.
Foto: larazon.es
E
|
l Papa San Juan XXIII siempre
guardó una profunda admiración por la figura de Pío IX, su predecesor de «santa
y gloriosa memoria». El santo Pontífice albergaba en su corazón la esperanza de
elevarlo al honor de los altares durante su pontificado, en particular durante el
desarrollo del Concilio Vaticano II. La Providencia no lo dispuso así; pero
cabe pensar que hubiese sido un acontecimiento muy significativo en vistas a
favorecer una interpretación menos rupturista de los documentos conciliares. Finalmente
ambos papas fueron proclamados Beatos por San Juan Pablo II en una misma
ceremonia, el día 3 de septiembre de 2000. Por ahora desconocemos a quién
corresponderá el honor de proclamar Santo al Papa de la Inmaculada y dar así cumplimiento al sueño del Papa Juan. Mientras tanto, recojo algunos textos de San
Juan XXIII sobre su acariciado deseo de glorificar a Pío IX.
«Bendigo a su persona, la que me
encantaría recibir en audiencia, y le aliento en una santa empresa que siento
profundamente: la glorificación de Pío IX» (San Juan XXIII, Carta a Monseñor
Canestri, 2-I-1959, postulador de la causa de beatificación de Pío IX).
«En la mansedumbre y en la
humildad de corazón debe residir la disposición habitual para las sorpresas del
Señor, que trata bien a sus predilectos, pero quiere a menudo probarlos con
tribulaciones, las cuales pueden ser enfermedades del cuerpo, amarguras del
espíritu, contradicciones tremendas, capaces de transformar y consumir la vida
del siervo del Señor y del siervo de los siervos del Señor en un auténtico
martirio. Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria; e, imitándole
en sus sacrificios, querría ser digno de celebrar su canonización» (San Juan
XXIII, Diario del alma, Retiro de 29 de noviembre a 5 diciembre de 1959 en el
Vaticano).
«El otro Pontífice es el siervo
de Dios Pío IX; el Papa de la Inmaculada: excelsa y admirable figura de Pastor
del cual se escribió también comparándolo con N. S. Jesucristo, que nadie fue
más amado y odiado que él por los contemporáneos. Mas su empresa, su entrega a
la Iglesia, brillarán hoy más que nunca; unánime es la admiración para con él y
S. S. gusta de confiar a sus oyentes una grata esperanza que acaricia en su
corazón: que le conceda el Señor el gran don de poder decretar al honor de los
altares durante el desenvolvimiento del XXI Concilio Ecuménico, al que decretó
y celebró el XX Concilio Ecuménico Vaticano I» (Juan XXIII, Audiencia general
de 22-VIII-1962).
No hay comentarios:
Publicar un comentario