lunes, 11 de agosto de 2014

RAZONES DE UNA LITURGIA DEVALUADA (III)

Creatividad humana, liturgia que brota desde la base, son algunas expresiones acertadas para señalar otro de los principios devastadores de la liturgia que Philip Trower analiza en su libro Confusión y Verdad. Aquí nos topamos con una “influencia del subjetivismo filosófico combinada con las ideas políticas democráticas”, dice el autor. Según este principio, la liturgia no es algo que recibimos de Dios a través de la Iglesia, sino que debe ser una expresión de la experiencia popular y de la creatividad humana. Todas las parroquias o comunidades deben, por tanto, hacer su propia liturgia. El cardenal Ratzinger ya había previsto esto como una de las consecuencias de una reforma conducida fundamentalmente por expertos. Al introducir una ‘brecha en la historia de la liturgia’, se creó la impresión de que la liturgia no es ‛algo dado con antelación’, sino ‘algo creado’, que consecuentemente depende de nuestro poder de decisión. De esto se deduce que ‘al final, todas y cada una de las comunidades deben proporcionarse a sí mismas sus propias liturgias” (p. 715). Si bien una liturgia abandonada al arbitrio de la comunidad podría vanagloriarse de aires democráticos, en última instancia, una “liturgia creada por la comunidad local, significa una liturgia planeada por las figuras dominantes del grupo parroquial”, añade Tower con fuerte sentido común (p. 716). Algunos quizás se sientan aliviados del rigor y precisión de las viejas rúbricas, pero no tendrán más remedio que someterse a la nueva y poderosa “rúbrica” que aparece entonces: el diseño artificial de un animador litúrgico o el capricho del celebrante de turno. Y no es raro que ese mismo pueblo al que se le atribuyó un papel litúrgico tan protagónico, termine siendo tratado con los modos más sorprendentemente infantiles que cabe imaginar. 
Esta idea litúrgica encontró un buen aliado en la teología de la liberación y ha marcado durante décadas el decadente ambiente litúrgico latinoamericano. La liturgia debe ser del pueblo y para el pueblo. Belleza, decoro, trascendencia, dignidad son conceptos vedados para una liturgia fuertemente instrumentalizada por fines ideológicos. De este modo, se creó una misa para el pueblo y, como era de esperar, el pueblo dejó de ir a misa.

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