martes, 5 de noviembre de 2013

UNA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS DE J. H. NEWMAN

"Dios de los espíritus de toda carne, Jesús amante de las almas, te encomendamos las almas de todos tus siervos que han partido con el signo de la fe y duermen el sueño de la paz. Te suplicamos, Señor y Salvador, que, así como en tu misericordia hacia ellos te hiciste hombre, así ahora quieras apresurar el tiempo y admitirlos en tu presencia. Recuerda, Señor, que son tus criaturas, hechas no por dioses extraños sino por ti, el único Dios vivo y verdadero, pues no hay otro Dios más que tú, ninguno que pueda igualar tus obras. Haz que sus almas gocen en tu luz, y no les tengas en cuenta sus iniquidades de antes, que cometieron por la violencia de la pasión o los hábitos corruptos de su naturaleza caída. Pues, aunque han pecado, aun así creyeron siempre y firmemente en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y antes de morir se reconciliaron contigo con verdadera contrición y los Sacramentos de tu Iglesia.
Bondadoso Señor, te suplicamos no recuerdes en su contra los pecados de su juventud y de su ignorancia, sino que, de acuerdo a tu gran misericordia, los tengas presentes en tu infinita gloria. Que los cielos se abran para recibirlos y los ángeles se regocijen con ellos. Que el Arcángel San Miguel los conduzca a ti. Que los santos ángeles salgan a recibirlos y los lleven a la ciudad de la Jerusalén celestial. Que los reciba San Pedro, a quien le diste la llave del reino de los cielos. Que los apoye San Pablo, el vaso de elección. Que interceda por ellos San Juan, el discípulo amado que tuvo la revelación de los secretos del cielo. Que recen por ellos los Santos Apóstoles, que recibieron de ti el poder de atar y desatar. Que le ofrezcan su amistad todos los santos y elegidos de Dios que en este mundo sufrieron tormentos por tu nombre. Que siendo liberados de la prisión aquí abajo, puedan ser admitidos en las glorias de ese reino, donde con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, siendo Dios, por los siglos de los siglos.
Santos de Dios, venid en su ayuda y obtenedles el rescate del lugar de castigo. Ángeles, salid a su encuentro. Almas santas recibidlos y presentadlos ante el Señor. Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tiene fin.
Que descansen en paz. Amén".


(John Henry Newman, Meditaciones y devociones, Ed. Agape Libros, Buenos Aires, 2007, p. 171.)

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