Brian
Williams publica en su blog Liturgy guy –atractiva página sobre temas
litúrgicos– una entrevista a Mons. Atanasio Schneider con agudas observaciones sobre la liturgia tradicional, y algunos consejos oportunos para los fieles que la aman
y se nutren de ella, no obstante las reservas y restricciones impuestas por la
Santa Sede. Como es habitual en él, sus palabras están llenas de prudencia, sentido
sobrenatural y fortaleza. A continuación, una versión en español de este breve pero interesante coloquio.
Monseñor Athanasius Schneider: La entrevista de Liturgy Guy
Texto original: liturgyguy.com
En octubre
de 2017 tuve el gran privilegio de conocer al obispo Athanasius Schneider
cuando visitó la diócesis de Charlotte, Carolina del Norte y ofreció una
solemne misa pontifical. Tras el lanzamiento de su
último libro The Catholic Mass: Steps to Restore the Centrality of God in
the Liturgy, Sophia Institute Press, 2022. (La misa católica: pasos
para restaurar la centralidad de Dios en la liturgia), entrevisté recientemente a
Su Excelencia sobre el resurgimiento de la misa tradicional, la centralidad de
Dios en nuestro culto, y lo que se avecina para los fieles a raíz de Traditionis
Custodes.
Excelencia, en su libro La Misa Católica usted habla de la misa como ritual, estableciendo una conexión entre nuestra oración y disposición interior y nuestro culto exterior y la importancia de los signos y ceremonias visibles dentro de la liturgia (es decir, la necesidad del hombre por lo ritual). ¿Cree usted que esto explica en parte por qué tantos católicos de hoy, particularmente entre los jóvenes, se sienten atraídos por la Misa tradicional?
Sí, esto es verdad. Todo lo que es bello, armonioso, sagrado y sobrenaturalmente misterioso, atrae al alma que busca sinceramente a Dios. Dios mismo es la belleza absoluta, la armonía, la santidad y el misterio inefable. Cuanto más nos acercamos a Dios, más amamos la verdadera belleza, la armonía, la sacralidad y el misterio. La belleza y nobleza del ritual y de las ceremonias infunden en el alma sincera el deseo de pureza interior y de oración, es decir, de una unión más estrecha con Dios.
En su libro usted explica cómo el usus antiquior «manifiesta... la centralidad de Dios» más eficazmente que el Novus Ordo. En los meses desde que el Santo Padre publicó su motu proprio Traditionis Custodes, hemos visto numerosos casos de obispos de alto perfil apresurándose en restringir, o incluso suprimir, la Misa Tradicional; algunos incluso han llegado a prohibir las misas ad orientem, arrodillarse para recibir la Comunión, o incluso que el sacerdote use el manípulo. ¿Cree usted que este ataque contra nuestra tradición litúrgica representa un ataque contra la centralidad de Dios en la liturgia?
La prohibición de la celebración ad orientem, o mejor, de la celebración ad Deum de la misa es claramente un ataque contra la centralidad de Dios en la liturgia. El estar toda la asamblea –celebrante y fieles– vuelta de modo visible en una misma dirección, esto es, hacia el crucifijo o el tabernáculo, inquieta, de alguna manera, a esos obispos, que durante la liturgia aman estar visiblemente en el centro de atención y ser continuamente observados por toda la asamblea como un showman o un animador. Recibir la Sagrada Comunión de rodillas es un gesto muy expresivo que proclama por sí solo la inmensa grandeza de Dios, escondida en la pequeña sagrada hostia. Si signos litúrgicos cristocéntricos tan inequívocos y poderosos (como la celebración ad orientem y la recepción de la Comunión de rodillas) perturban o molestan a esos obispos, entonces cabe preguntarse sobre la calidad de su fe en el Señor Eucarístico y de su amor por Él. En el día del Juicio, seguramente el Señor hará a estos obispos el mismo reproche que hizo a los fariseos, cuando éstos prohibieron a los pequeños manifestar exteriormente su adoración a Cristo el día del Domingo de Ramos, mientras Cristo entraba triunfante en Jerusalén. Conocemos el siguiente pasaje del Evangelio: «La muchedumbre de los discípulos comenzó a alabar alegre a Dios a grandes voces por los milagros que habían visto, diciendo: ¡Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro reprende a tus discípulos. Él contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras» (Lc 19, 37-40).
Luego de Traditionis custodes y de las posteriores responsa ad dubia y de las múltiples restricciones y supresión de los ritos y sacramentos tradicionales, ¿qué diría a los muchos fieles católicos que se sienten heridos, perdidos y desesperados? ¿Qué palabras de esperanza podría ofrecer a mis lectores, que simplemente desean practicar su fe como lo han hecho los fieles de la Iglesia durante siglos?
Por favor, continuad siendo fieles a la misma liturgia de la misa y de los sacramentos; la que todos los santos del último milenio y vuestros venerables antepasados y otros heroicos católicos tanto amaron y que les nutrió en la fe católica y en las virtudes. Buscad todas las posibilidades para asistir a la misa tradicional y a los demás sacramentos. Haced peticiones insistentes, aunque respetuosas, a los obispos y a la Santa Sede para que levanten las restricciones litúrgicas y cese la discriminación que estáis sufriendo. Considerad un honor ser despreciados y marginados por causa de la fidelidad a la venerable liturgia milenaria de los santos y de vuestros antepasados.
No caigáis
en la desesperación, la ira o el resentimiento. Seguid amando sobrenaturalmente
a la Iglesia, al Papa y a vuestro obispo, aunque os puedan discriminar con
estas drásticas restricciones litúrgicas, y rezad por ellos. Vuestra fidelidad,
vuestras demandas respetuosas, vuestra noble actitud y vuestros sufrimientos
contribuirán a la plena restauración de la liturgia tradicional en la Iglesia.
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