Comentando las
ceremonias del Domingo de Ramos, Dom Prospero Gueranger refiere un
significativo rito que tenía lugar cuando la procesión con los ramos llegaba a
las puertas del templo:
«El final de la procesión –dice el abad de Solesmes– está marcado por una ceremonia del más alto y profundo simbolismo. Al momento de entrar en la iglesia, el piadoso cortejo encuentra las puertas cerradas. La marcha triunfal se detiene, pero los cantos de alegría no se suspenden. Un himno especial a Cristo Rey resuena en el aire con su alegre estribillo, hasta que por fin el subdiácono golpea la puerta con la asta de la cruz; la puerta se abre y la multitud, precedida por el clero, vuelve a entrar en la iglesia, celebrando al único que es la Resurrección y la Vida.
Esta escena misteriosa tiene por finalidad rememorar la entrada del Salvador en aquella otra Jerusalén, de la cual la terrena era sólo una figura. Esta Jerusalén es la patria celestial cuya entrada Jesucristo nos ha procurado. El pecado del primer hombre había cerrado sus puertas; pero Jesús, el Rey de la gloria, las reabrió por la virtud de su Cruz, ante la cual no pudieron resistir. Sigamos, pues, tras los pasos del Hijo de David, porque él es también el Hijo de Dios, y nos invita a tomar parte en su reino. Así, la santa Iglesia, con la procesión de las Palmas, que en un primer momento es solo la conmemoración de los hechos ocurridos en este día, eleva nuestro pensamiento al misterio glorioso de la Ascensión, por el que se completa en el cielo la misión del Hijo de Dios en la tierra». (Texto original: Aquí)
En la homilía del Domingo de Ramos de 2007, Benedicto XVI volvía a evocar este significativo momento de la tradicional liturgia de Ramos: «En la antigua liturgia del domingo de Ramos, el sacerdote, al llegar ante el templo, llamaba fuertemente con la asta de la cruz de la procesión al portón aún cerrado, que a continuación se abría. Era una hermosa imagen para ilustrar el misterio de Jesucristo mismo que, con el madero de su cruz, con la fuerza de su amor que se entrega, ha llamado desde el lado del mundo a la puerta de Dios; desde el lado de un mundo que no lograba encontrar el acceso a Dios».
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