Extracto de un sermón de San Agustín en la fiesta de la Ascensión del Señor. Para el santo doctor, mediante la resurrección y ascensión al cielo se consuma la exaltación suprema de Cristo, el triunfante León de la tribu de Judá (cf. Gen 49, 8-10), como su plena victoria sobre el diablo, el león enemigo que ruge tras la presa que busca devorar (cf. 1 Pr 5, 8).
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«La glorificación de nuestro Señor Jesucristo llegó a su término con su resurrección y ascensión. Su resurrección la celebramos el domingo de Pascua, su ascensión la celebramos hoy. Uno y otro son días de fiesta para nosotros, pues resucitó para dejarnos una prueba de la resurrección, y ascendió para protegernos desde lo alto. Tenemos, pues, como Señor y Salvador nuestro a Jesucristo que, primero, pendió del madero y, ahora, está sentado en el cielo. Pendiendo del madero, pagó nuestro precio; sentado en el cielo, reúne lo que compró...
La victoria
de nuestro Señor Jesucristo se convirtió en plena con su resurrección y
ascensión al cielo. Entonces se cumplió lo que habéis oído en la lectura del
Apocalipsis: Venció el león de la tribu de Judá (Ap 5, 5). A él se le
llama, a la vez, león y cordero: león por su fortaleza, cordero por su
inocencia; león en cuanto invicto, cordero en cuanto manso. Este cordero
degollado venció con su muerte al león que busca a quien devorar. También al
diablo se le llama león por su fiereza, no por su valor. Dice el Apóstol Pedro:
Conviene que estemos vigilantes contra las tentaciones, porque vuestro
adversario el diablo ronda, buscando a quien devorar (1 Pr 5, 8). Indicó
también cómo hace la ronda: cual león rugiente ronda buscando a quien devorar.
¿Quién no iría a parar a los dientes de este león si no hubiera vencido el león
de la tribu de Judá?» (San Agustín, Sermón 263).
Fuente: augustinus.it
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