lunes, 1 de abril de 2019

LA SALVAGUARDA DE LA TRADICIÓN


Escribe Nicolás Gómez Dávila: «El cristianismo degenera, al abolir sus viejos idiomas litúrgicos, en sectas extravagantes y toscas.
 Roto el contacto con la antigüedad griega y latina, perdida su herencia medieval y patrística, cualquier bobalicón se convierte en su exégeta». Se trata de otro importante rol que desempeña la tradición en el seno del cristianismo: protegernos de toda cháchara insulsa y engañosa. Cuando la savia de la tradición no logra irrigar nuestro presente por estar bloqueadas las vías que nos atan a nuestro pasado, proliferan los maestrillos, gurúes e iluminados que, como globos en el aire, atraen las miradas, pero su falta de peso y sustento es manifiesta. De semejante atmósfera se nutre la tentación de la originalidad: sentirse portador de novedades. Pero como nos advierte el mismo Gómez Dávila, «el prurito de originalidad es una afección debida a la falta de talento».

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