domingo, 14 de abril de 2019

EL SEÑOR TIENE NECESIDAD DE ÉL


«Mira qué humilde es nuestro Jesús: ¡un borrico fue su trono en Jerusalén!...», escribió San Josemaría en Camino (n. 606). En los misterios de la vida de Cristo nos sorprende esta paradoja encantadora: lo que es soberano y grandioso suele servirse de lo humilde y sencillo para su manifestación. Para entrar en Jerusalén como Rey y Mesías, Jesús no montó un alazán ágil y veloz, sino un humilde asno. El Venerable Fulton Sheen subraya así este proceder de la providencia divina:

«Quizá no se ha escrito nunca una paradoja tan grande como ésta: por un lado, la soberanía del Señor, y por otra, su necesidad. Esta combinación de divinidad y dependencia, de posesión y pobreza, era consecuencia de que la Palabra, o el Verbo, se hubiese hecho carne. Realmente, el que era rico se había hecho pobre por nosotros, para que nosotros pudiéramos ser ricos. Pidió prestado a un pescador una barca desde la cual poder predicar; tomó prestados panes de cebada y peces que llevaba un muchacho con objeto de alimentar a la multitud; tomó prestada una sepultura de la cual resucitaría, y ahora tomaba prestado un asno sobre el cual entrar en Jerusalén. A veces Dios se permite tomar cosas de los hombres para recordarles que todo procede de Él. Para aquellos que le conocen, le es suficiente oír estas palabras: El Señor tiene necesidad de tal cosa» (Fulton J. Sheen, Vida de Cristo, Herder 1985, p. 288).

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