El Tríptico de la
Anunciación de Robert Campin
Foto: wikipedia.org
Recojo
a continuación uno de los relatos más hermosos en lengua castellana acerca del misterio de la Anunciación
del Señor. Su autor, fray Luis de Granada, une en este texto a la belleza de su
estilo, la piedad de su alma y la profundidad teológica de su pensamiento.
«P
|
ues
comenzando a discurrir por los principales pasos y misterios de la vida del
Salvador, la primera cosa que se ofrece es la embajada del ángel a la Santísima
Virgen Nuestra Señora. Donde ante todas cosas es razón poner los ojos en la
pureza y santidad de esta Señora que Dios ab
aeterno escogió para tomar carne de ella.
Porque
así como cuando determinó criar el primer hombre, le aparejó primero la casa en
que le había de aposentar, que fue el Paraíso terrenal, así cuando quiso enviar
al mundo el segundo, que fue Cristo, primero le aparejó lugar para lo hospedar:
que fue el cuerpo y alma de la Sacratísima Virgen. Y así como para aquel Adán
terreno convenía casa terrenal, así para éste que venía el Cielo era menester
casa celestial: esto es, adornada con virtudes y dones celestiales.
Y
porque la condición de Dios es hacer las cosas tales, cual es el fin para que
las hace, así como la Virgen fue escogida para la mayor dignidad que hay
después de la Humanidad del Hijo de Dios, que es ser Madre suya, así le fue
concedida la mayor santidad y perfección que hay después de Él.
Y
porque ella era Madre del Santo de los santos, a ella fueron concedidas por muy
alta manera todas las gracias y privilegios que se otorgaron a todas las santas
y santos.
Y
sobre esto le fueron concedidos otros siete privilegios de grandísima dignidad
y admiración. Entre los cuales el primero y el mayor fue ser Madre de Dios. El
segundo, no sentir en sí ningún género de mala inclinación ni apetito desordenado.
El tercero, nunca jamás en sesenta y tantos años de vida haber cometido un solo
pecado, no sólo mortal, pero ni venial: que es cosa que sobrepuja toda
admiración. El cuarto, haber concebido por virtud del Espíritu Santo. El
quinto, haber parido sin dolor y sin detrimento de su pureza virginal. El
sexto, haber sido llevada en cuerpo y alma al Cielo, sin que su cuerpo supiese
qué cosa era corrupción. El séptimo estar asentada al lado del Hijo en los más
altos bienes de gloria que a otra pura criatura fueron comunicados.
La Anunciación de
Pedro Pablo Rubens
Pues
siendo esta Virgen tan privilegiada y aventajada sobre todos los santos, y tan
llena de gracia, ¿qué cosa fuera ver la vida que en este mundo viviría? ¿Qué
fuera ver su pureza, su humildad, su caridad, su benignidad, su honestidad, su
mesura, su misericordia y todas las otras virtudes que en ella más que rubíes y
esmeraldas resplandecían?
¿Qué
fuera verla en este mundo conversar con los hombres y vivir entre ellos, la
que, por otra parte, conversaba con los ángeles y trataba con ellos? ¿Qué fuera
ver sus ejercicios, sus lágrimas, sus vigilias, sus abstinencias, sus
oraciones, en que gastaría los días y las noches con Dios? ¿Qué cosa más
admirable que en sesenta y tantos años de vida, conversando con los hombres y
viviendo en cuerpo sujeto a la hambre y necesidades de los otros cuerpos, nunca
jamás descompasarse sólo un punto, ni en comer, ni en beber, ni en dormir, ni
en hablar, ni en otra cosa alguna, trayendo siempre todas las potencias de su
alma, su memoria, su entendimiento, su voluntad y su intención puestas con
Dios? ¡Cuán llena de luz, de amor y deleites celestiales estaba la que de esta
manera perseveraba unida con eterno vínculo de amor y suavidad con Dios!
Finalmente,
tal era su vida, su pureza y la hermosura de su alma, que quien tuviera ojos
para mirarla mucho más conociera por aquí la sabiduría, omnipotencia y bondad
de Dios, que tal alma había formado y perfeccionado, que por la fábrica y
hermosura de todo este mundo.
Aparejada,
pues, esta casa que es este Paraíso de deleites para este segundo Adán, después
que se cumplió el tiempo que la divina sabiduría tenía determinado para dar
remedio al mundo, envió al ángel San Gabriel a esta Virgen llena de gracia, la
más bella y la más pura y escogida de todas las criaturas del mundo, porque tal
convenía que fuese la que había de ser Madre del Salvador del mundo.
La Anunciación de Paolo de
Matteis
Y
después que este celestial Embajador la saludó con toda reverencia, y le
propuso la embajada que de parte de Dios le traía, y le declaró de la manera
qué se había de obrar aquel misterio, que no había de ser por obra de varón,
sino por Espíritu Santo; luego la Virgen, con humildes palabras y devota
obediencia, consintió a la embajada celestial, y en ese punto el verdadero Dios
Omnipotente descendió en sus entrañas virginales y fue hecho hombre, para que
de esta manera, haciéndose Dios hombre, viniese el hombre a hacerse Dios.
Aquí
puedes primeramente considerar la conveniencia de este medio que la sabiduría
divina escogió para nuestra salud, porque ésta es una de las consideraciones
que más poderosamente arrebata y suspende el corazón del hombre en admiración
de esta inefable sabiduría de Dios, que por tan conveniente medio encaminó el
negocio de nuestra salud, dándole juntamente con esto gracias, así por el
beneficio que nos hizo como por el medio porque lo hizo, y mucho más por el
amor con que lo hizo, que sin comparación fue mayor.
Considera
también aquí la inefable caridad de Dios, que al tiempo que nosotros dormíamos
y menos cuidado teníamos de nuestra salud, y ni con oraciones ni sacrificios
procurábamos nuestro remedio, se acordó Él de remediarnos, y pudiendo hacer
esto por otras muchas maneras, lo quiso hacer por ésta, que a Él era tan
costosa, por ser la más conveniente que había para nuestra salud. De la cual
caridad dijo el mismo Señor en el Evangelio: «De tal manera amó Dios al
mundo, que le dio su Unigénito Hijo, para que, mediante la fe y amor que
tuviésemos con Él, alcanzásemos la vida eterna».
Considera
también la maravillosa vergüenza y silencio de esta Virgen, que apenas habló
una palabra necesaria después de muchas que el ángel le habló.
Y
considera también su grande humildad, pues teniendo tanta razón para temer,
teniendo delante de sí un ángel en tan resplandeciente figura, no se hace
mención de este temor, sino del que recibió en oírse alabar y llamarse llena de
gracia y bendita entre las mujeres, porque para el verdadero humilde ninguna
cosa hay más nueva ni más temerosa que oír sus alabanzas, porque éstas son los
ladrones y robadores del tesoro de la humildad.
Considera
también el amor inestimable que esta Virgen tenía a la castidad, pues ella fue
la primera que en el mundo hizo este nuevo voto, sin tener ejemplo que imitar.
Y que tan grande haya sido el amor que tuvo a esta virtud parece claro; pues
ofreciéndole tan grande gloria como el ser Madre de Dios, todavía trató de
volver por la gloria de esta virtud; y todavía, como San Bernardo dice, sintió
pensar si por ventura para esto se había de dispensar el voto de su pureza
virginal.
La Anunciación de Fra
Angelico
Piensa
también en la fe de esta Señora, de la cual con mucha razón fue alabada de
Santa Isabel, pues creyó tantas maravillas juntas y tan increíbles a todo
humano entendimiento. Pues si tanto alaba el Apóstol la fe de Abraham porque
creyó que una mujer estéril pariría, cuánto fue mayor la fe de esta doncella
que creyó que una virgen pariría, y que Dios encarnaría, y que todo esto sería
por Espíritu Santo sin obra de varón. De donde aprenderás, hombre flaco, a
creer y fiarte siempre de todas las palabras y promesas de Dios, aunque al seso
humano parezcan increíbles.
Considera
después de todo este tan dulce diálogo, con cuánta humildad y obediencia se
resignó esta Señora en las manos de Dios, diciendo: «He aquí la sierva del
Señor, etc».
Mas
sobre todo esto es mucho más para considerar los movimientos, los júbilos y los
regalos que en aquel purísimo corazón entonces habría con la supervención del
Espíritu Santo, y con la Encarnación del Verbo Divino, y con el remedio del
mundo, y con la nueva dignidad y gloria que allí se le ofrecía, y con tan
grandes obras y maravillas como allí le fueron reveladas y obradas en su
persona. Mas ¿qué entendimiento podrá llegar a entender lo que en esto pasó?» (Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo,
Rialp 1990, p. 19-23).
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