Catedral de Santa María
del Fiore, Florencia
Foto: Christian Culture
Copio
un sugerente texto del cardenal Ratzinger sobre la gloria de Dios como bien
público y común del hombre. Por desgracia, el mundo no siempre ha sabido
reconocer todo lo que la Iglesia le ha legado a través de su culto, de sus
santos, de la belleza de su arte. El inmenso patrimonio cultural del
cristianismo glorifica a Dios y honra a la humanidad. Nadie puede sustraerse de
la tarea de preservar este tesoro que oxigena nuestra existencia.
«Cuando el hombre no espera nada más elevado que las cosas
materiales, el mundo entero se vuelve para él tedioso y vacío. De ahí que en la
cultura cristiana los valores morales tengan primacía sobre los materiales. Por
lo mismo, dar gloria a Dios es para ella un valor público. Las grandes Iglesias
y las soberbias catedrales expresan el convencimiento de que la gloria de Dios
es un bien público y común del hombre. De hecho, el hombre se honra a sí mismo
precisamente dando gloria a Dios» (Cardenal Joseph Ratzinger, Cooperadores de la Verdad, Ed. Rialp 1991, p. 33).
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