“En
la Vigilia Pascual, la noche de la nueva creación, la Iglesia presenta el
misterio de la luz con un símbolo del todo particular y muy humilde: el cirio
pascual. Esta es una luz que vive en virtud del sacrificio. La luz de la vela
ilumina consumiéndose a sí misma. Da luz dándose a sí misma. Así, representa de
manera maravillosa el misterio pascual de Cristo que se entrega a sí mismo, y
de este modo da mucha luz. Otro aspecto sobre el cual podemos reflexionar es
que la luz de la vela es fuego. El fuego es una fuerza que forja el mundo, un
poder que transforma. Y el fuego da calor. También en esto se hace nuevamente
visible el misterio de Cristo. Cristo, la luz, es fuego, es llama que destruye
el mal, transformando así al mundo y a nosotros mismos. Como reza una palabra
de Jesús que nos ha llegado a través de Orígenes, «quien está cerca de mí, está
cerca del fuego». Y este fuego es al mismo tiempo calor, no una luz fría, sino
una luz en la que salen a nuestro encuentro el calor y la bondad de Dios.
El
gran himno del Exsultet, que el diácono canta al comienzo de la liturgia de
Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro detalle más. Nos recuerda que
este objeto, el cirio, se debe principalmente a la labor de las abejas. Así,
toda la creación entra en juego. En el cirio, la creación se convierte en
portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay una referencia implícita
a la Iglesia. La cooperación de la comunidad viva de los fieles en la Iglesia
es algo parecido al trabajo de las abejas. Construye la comunidad de la luz.
Podemos ver así también en el cirio una referencia a nosotros y a nuestra
comunión en la comunidad de la Iglesia, que existe para que la luz de Cristo
pueda iluminar al mundo”. (BENEDICTO XVI, Homilía durante la Vigilia Pascual, 7
de abril de 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario