“Ha
muerto ya el Redentor. Este cadáver que descuelgan Nicodemo y José de Arimatea,
lívido, sin una gota de sangre, es la Víctima de nuestra maldad. Fueron
nuestros pecados los que le mataron. No bastará, por eso, todo nuestro llanto
para embalsamarlo dignamente. Pero los afectos, que suben del corazón ante
Jesús muerto, no son para expresarlos en voz alta. Dígaselos cada uno a este
Dios que nos escucha y forme, en su presencia, los propósitos que considere oportunos”.
(San Josemaría Escrivá, Apuntes de una
meditación sobre la Pasión de Cristo, 1937)
No hay comentarios:
Publicar un comentario