En
un texto notable y digno de meditación, San Alfonso María de Ligorio nos
introduce en el porqué de los insondables padecimientos de Cristo en Getsemaní:
“Nuestro
amorosísimo Redentor, en las tristezas y agonías del Huerto, exclamaba: ¿Conque
es éste, ¡0h mortales!, el pago que vais a dar al amor infinito que estoy
demostrando? Ay, si yo advirtiese que para responder a mi cariño aborrecierais
el pecado y comenzaseis a amarme, ¡con cuánto gozo y alegría me lanzaría a la
muerte por vosotros! Pero considerar que a mis muchas fatigas habéis de
responder con pecados, y al advertir que mi entrañable amor ha de tener por
recompensa la más negra ingratitud, esto es, lo que me da congojas de muerte,
esto es lo que me hace sudar viva sangre. Por esto dice el Evangelista: Y vínole un sudor como de gotas de sangre, que chorreaba hasta el suelo (Luc 21, 44). Este sudor de sangre, fue tan copioso, que, según San Lucas
tiñó primero los vestidos de Jesús y después regó la tierra en abundancia”.
(San
Alfonso María de Ligorio, Meditaciones
sobre la Pasión de Jesucristo, Madrid 1977, p. 53).
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