“Y
cuando estaba para cumplirse el tiempo de su partida, Jesús decidió firmemente
marchar hacia Jerusalén” (Lc 9,
51).
Sí,
alégrate Jerusalén; alégrate porque nuestro Salvador camina decididamente y con
paso firme hacia ti para consumar los misterios de nuestra redención. Y alentados
por las palabras de Tomás Apóstol a sus compañeros, «vayamos también nosotros y muramos con Él» (Jn 11, 16), nosotros también nos alegramos de poder caminar junto Jesús y, con su
auxilio, acompañarlo hasta el fin.
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