Presentamos
en castellano un extracto de la homilía que Mons. Guido Pozzo, Secretario de la
Comisión Ecclesia Dei, pronunció el pasado 23 de octubre en la iglesia de Santa
María in Campitelli, con ocasión de la peregrinación Summorum Pontificum a
Roma.
“¿Dónde se puede por
otra parte vivir, contemplar e interiorizar, de modo privilegiado y seguro, el
encuentro con el misterio divino?
La grandeza de la
liturgia no consiste en ofrecer una diversión espiritual, por muy grata que
sea, sino en dejar que nos toque el misterio de Dios que se hace presente a nosotros, pues por nuestras solas fuerzas no conseguiríamos aproximarnos a
él.
La celebración de la Santa Misa en el rito romano tradicional pone en evidencia elementos y aspectos
indispensables para hacernos percibir la sacralidad del Rito, la presencia real
de Cristo, el carácter sacrificial de la Misa que es, precisamente, el
sacrificio de Cristo. Todo esto ayuda en la construcción del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
La liturgia antigua no es una reliquia del pasado sino una
realidad viva de la Iglesia que contribuye a hacer actual el patrimonio de
santidad y de oración que la Tradición nos transmite.
La celebración de la
Santa Misa según la liturgia tradicional nos hace también tomar una mejor
conciencia de que la razón de ser de la liturgia es la adoración del misterio
de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La grandeza de la liturgia y su fuerza
residen en la educación de los creyentes a la adoración: solo en la adoración
puede madurar la experiencia profunda de
un verdadero encuentro con el Dios vivo. En el acto de adoración también madura
la misión social de la eucaristía, que no solo estrecha las distancias entre
Dios y nosotros, sino que tiende también a derribar las fronteras que nos separan
unos de otros y que impiden la reconciliación fraterna y el buen entendimiento
entre los hombres.
Durante vuestra
peregrinación romana, ahora que está a punto de abrirse el año jubilar de la
misericordia, proclamad en voz alta la profesión de nuestra fe católica.
Creemos con una certeza firme que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte.
Firmes en esta segura confianza, nosotros nos confiamos a Él: Cristo presente
en medio de nosotros vence la potencia del Maligno y la Iglesia, como comunidad
visible de su misericordia, permanece como el signo de nuestra reconciliación
definitiva con el Padre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario