Copio
un hermoso párrafo de una homilía pronunciada por el Papa Francisco el 1
de noviembre de 2013, en el Cementerio romano del Verano.
“Hemos
escuchado en la segunda Lectura lo que el apóstol Juan decía a sus discípulos:
«Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo
somos! El mundo no nos conoce... Somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado
lo que seremos. Sabemos que, cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es» (1 Jn 3, 1-2). Ver a Dios, ser semejantes a
Dios: ésta es nuestra esperanza. Y hoy, precisamente en el día de los santos y
antes del día de los muertos, es necesario pensar un poco en la esperanza: esta
esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos pintaban la
esperanza con un ancla, como si la vida fuese el ancla lanzada a la orilla del
Cielo y todos nosotros en camino hacia esa orilla, agarrados a la cuerda del
ancla. Es una hermosa imagen de la esperanza: tener el corazón anclado allí
donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús,
donde está Dios. Esta es la esperanza que no decepciona; hoy y mañana son días
de esperanza”.
Fuente: vatican.va
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