En estas pocas líneas Benedicto XVI sintetiza el sentido de la celebración litúrgica del misterio de la Santísima Trinidad. Somos invitados a festejar y alabar el misterio mismo de Dios en toda su bondad, belleza y fecundidad.
«En esta solemnidad, la liturgia nos
invita a alabar a Dios no sólo por una maravilla realizada por él, sino sobre
todo por cómo es él; por la belleza y la bondad de su ser, del que deriva su
obrar. Se nos invita a contemplar, por decirlo así, el Corazón de Dios, su
realidad más profunda, que es la de ser Unidad en la Trinidad, suma y profunda
comunión de amor y de vida. Toda la sagrada Escritura nos habla de él. Más aún,
es él mismo quien nos habla de sí en las Escrituras y se revela como Creador
del universo y Señor de la historia».
(Extracto de una homilía de Benedicto XVI en Savona, 17 de mayo de 2008, fiesta de la Santísima Trinidad).
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